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Emilio J. González

Una crítica desmesurada

El Gobierno anda un poco desorientado con la política económica. Primero dice una cosa, luego la contraria y después vuelve sin complejos a su posición inicial. Así no hay quien se aclare. Esto es lo que ha pasado con el Impuesto de Sociedades. El Partido Popular prometió en su programa electoral que reformaría este tributo en 2001. Luego, ante la constatación de que el control de la inflación se le había ido de las manos al Ejecutivo, el vicepresidente económico, Rodrigo Rato, anunció el retraso de esta medida; ahora vuelve a recuperarla para que entre en vigor el año próximo.

La CEOE rápidamente ha criticado todo esto, diciendo que no hace falta una nueva reforma después de la que se aprobó en 1996 y que, desde luego, las empresas no la han pedido. Y añade que, ya puestos a hacerla, que rebajen el tipo en cinco puntos, hasta el 30% y la cotización de las plusvalías hasta el 18% para igualar su trato fiscal al que reciben con el IRPF. La patronal, en cierto modo, tiene algo de razón. La política económica, y sobre todo la fiscal, debe ser previsible para que las empresas puedan adaptar con tiempo sus planes a lo que vaya a hacer el Gobierno. De ahí que no le haya gustado a la organización que preside José María Cuevas tanta historia con que si ahora reformo el impuesto y ahora no. Pero otras de las críticas vertidas son injustas.

En primer término, toda reforma que implique bajar los impuestos debe ser bienvenida porque mejora la eficiencia de la economía, la competitividad de las empresas y el bienestar de los ciudadanos. Desde esta óptica es difícil entender las críticas de la CEOE a la reforma del Impuesto de Sociedades. Ésta no será, con toda probabilidad, la que más le guste a la patronal, que, sin duda, querría y quiere ir más lejos. Pero algo es algo.

En segundo término, la posible bonificación de la reinversión de los beneficios es una buena política que siempre favorece la inversión y, con ello, el crecimiento económico, la creación de empleo y la mejora del bienestar de la sociedad. Pero no todas las empresas reinvierten sus beneficios, ni todos los beneficios tienen el mismo origen. No es lo mismo una empresa industrial que una sociedad de cartera, y ambas están sujetas al mismo gravamen. Por ello, no se puede vincular una cosa con otra, o sea, el tratamiento de la reinversión con el de las plusvalías o los beneficios de carácter financiero porque son cosas completamente distintas.

Es verdad también que el Gobierno podría recortar el tipo de Sociedades al 30%, pero muchas veces se puede pagar menos impuestos con cambios en la base imponible, por ejemplo, en el tratamiento de las amortizaciones, que es por donde va el Gobierno.
En última instancia, la promesa del PP afectaba sobre todo a las PYME, que deberían ver reducido el tipo impositivo del 32% que se les aplica. El Gobierno quiere aumentar el número de empresas que se puedan acoger a este tipo reducido. Entonces, ¿a qué vienen las críticas tan duras de la CEOE? ¿Es que las PYME no cuentan para ella?

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