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Emilio J. González

ZP se viste de Obama

El principal y más grave problema de la economía española es el Gobierno y, más concretamente, un presidente que está dejando bien patente su incapacidad manifiesta para gestionar nada de nada.

A Zapatero se le ha subido a la cabeza la presidencia de turno de la Unión Europea y se debe de creer algo así como la versión europea de Obama, pero sin ideas propias. Su desbordante imaginación ahora lo debe de colocar como el salvador económico de la UE, pero como no tiene ideas propias ni programa que seguir, traslada al ámbito comunitario su forma de gobernar en España a golpe de ocurrencias o de imitación de sus ídolos, uno de los cuales, no cabe la menor duda, es el presidente norteamericano. El último ejemplo: querer aplicar a la banca europea un impuesto específico para que las entidades crediticias devuelvan las ayudas que han puesto sobre la mesa los distintos Ejecutivos comunitarios para salvar a los sistemas financieros de sus respectivos países.

Con semejante disparate, lo primero que acaba de demostrar Zapatero es que en Europa actúa de una forma y en España de otra muy distinta. Porque en nuestro país, el presidente del Gobierno ha estado y está dispuesto a enterrar porque sí decenas de miles de millones de euros en el salvamento de cajas de ahorros con dificultades sin preocuparse lo más mínimo de garantizarse la recuperación de las ayudas que el Gobierno pone sobre la mesa. Por el contrario, en lugar de tomar participaciones en el capital de las entidades que se van a beneficiar de dichas ayudas, con el fin de garantizarse no sólo la devolución de las mismas, el Ejecutivo entrega dinero porque sí, sin desvelar quiénes tienen problemas, por qué y de qué magnitud y sin exigir las responsabilidades pertinentes a quienes han colocado a determinadas entidades financieras, esencialmente cajas de ahorros, al borde de la quiebra. Aquí lo que cuenta es que ZP pueda presumir de que en España no quiebra ningún banco o caja de ahorros, le cueste lo que le cueste y sin tener en cuenta que lo mejor para sanear de verdad y con prontitud el sistema financiero es dejar que desaparezca quien tenga que desaparecer, y lo de recuperar el dinero de los contribuyentes metido en esas innecesarias operaciones de salvamento le trae al pairo porque sus objetivos políticos son otros.

Ahora bien, como Zapatero ha visto que el presidente norteamericano propone un impuesto específico para la banca, pues no se le ha ocurrido nada mejor que copiar esa idea para tratar de jugar a ser el Obama europeo o que, al menos, los españoles le vean como tal y sigan votándole, como si por estos pagos considerásemos que Obama es el ejemplo a seguir, que no lo es. Tan sólo es un modelo para quien alimenta su acción política de fantasías con las que huir de la realidad. Y, como siempre, Zapatero ha vuelto a meterse en un charco del que va a salir más que salpicado.

Le guste o no a Zapatero, la Unión Europea no tiene nada que decir acerca de si los Estados miembros quieren o no recuperar las ayudas que han prestado a los bancos de sus respectivos países. Esa es una cuestión de ámbito nacional, no comunitario, una vez que la Comisión Europea ha autorizado la concesión de dichas ayudas. Será, por tanto, cada país, cada gobernante, quien decida lo que quiere hacer, no la UE y mucho menos porque ZP quiera emular a Obama. Pero es que, además, no corren tiempos como para que la banca tenga que soportar más impuestos. Si los bancos tienen que devolver las ayudas –que yo creo que, desde luego, tienen que hacerlo– que las devuelvan de acuerdo con lo que pacten con los gobiernos de sus países, que son quienes mejor conocen la situación de sus economías y sus sistemas financieros. Pero no pongamos impuestos porque sí a los bancos porque lo que se necesita es que ganen dinero para que puedan recomponer sus balances y, de esta forma, el crédito pueda volver a fluir con normalidad por las arterias de la economía europea.

Zapatero, por tanto, ya tiene otra vez todas las papeletas para volver a ganarse las críticas no sólo de nuestros socios comunitarios, sino de toda la prensa internacional. Lo malo es que esas críticas, al final, no perjudican solamente a ZP, sino a toda España, pues lo que dice y hace el presidente del Gobierno en Europa sirve para juzgar su capacidad para gestionar nuestro país, lo cual afecta sobremanera a la credibilidad de nuestra economía, para mal. No es de extrañar que las agencias de calificación y los inversores duden cada vez más de la capacidad de España para superar los graves problemas que padecemos porque ya están pudiendo comprobar muy claramente que el principal problema de nuestro país no es ya el déficit presupuestario, el cachondeo del gasto público estatal y autonómico o la rigidez del mercado laboral, sino que el principal y más grave problema es el Gobierno y, más concretamente, un presidente que está dejando bien patente su incapacidad manifiesta para gestionar nada de nada.

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