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Encarna Jiménez

Chicho tiene problemas

La vuelta del Un, dos, tres está teniendo un recorrido accidentado. La intención de Chicho Ibáñez Serrador, uno de los profesionales que, desde hace décadas, ha sido un referente en sus propuestas para la televisión, era poner en pie el añejo concurso aplicándolo al fomento de la lectura. Sin embargo, cuando todavía no ha podido calibrarse el efecto que en la venta de los libros elegidos ha supuesto su estrategia, ya ha empezado a tener más de un tropiezo.
    
El último, y más sonado, ha sido la protesta de Alpe y la Asociación Crecer, dos entidades dedicadas a defender a los llamados enanos o, en rigor, afectados de acondroplasia, por los sketches en los que el superviviente del Dúo Sacapuntas hacía unas gracias escasamente edificantes para un colectivo que intenta no seguir alimentando la idea de que el espectáculo, sea circo o televisión, es la única salida profesional de los “enanos”. Dar collejas y bromear con el tamaño de su cabeza no parece lo más adecuado.
    
José Libardo, uno de los “enanos” contratados por Chicho dice que le han perjudicado profesionalmente al impedir que siga ganándose la vida, pero el Defensor del Pueblo ha conseguido que retiraran el número por encontrar que los mensajes pueden ser contraproducentes para la integración social como argumentaban las asociaciones. Quizá con otro guión la sangre no hubiera llegado al río.
    
Da la impresión de que Chicho Ibáñez Serrador, que suele ser cuidadoso en estos asuntos, no está controlando del todo un programa que tiene varios puntos flacos. El primero, que no tiene que ver con los libros ni los afectados de acondroplasia, es que el “Un, dos, tres, a leer esta vez” no está cumpliendo las expectativas de audiencia que esperaba TVE. A pesar de un comienzo en el que tuvo un seguimiento espectacular, nostálgicos y jóvenes se han ido descolgando al no encontrar nada extraordinario que les anime a renovar el interés.
    
En cuanto al servicio público y las buenas intenciones de fomentar la lectura de autores que no suelen estar mal elegidos, lo cierto es que los concursantes no suelen ser un ejemplo de lo que se consigue leyendo, más bien lo que queda claro es que hay una gran incultura general que se manifiesta ante las cámaras, lo cual no deja de ser una radiografía bastante fidedigna de la realidad.
  
Sólo falta que a Planeta, que suministra los libros que cada semana propone el programa, no le salgan las cuentas. Entonces nos encontraríamos con un nuevo escollo que tendrá que sortear Chicho para seguir revalidando una propuesta que no está bien cuadrada.

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