Hace tiempo que en las campañas electorales en España, ya sean autonómicas o generales, la televisión es motivo de discordia y tema de conversación, pero no es el medio en el que el debate entre candidatos se prodigue o sea absolutamente decisivo. Hay demasiados miedos en los partidos y pocas ganas en las empresas televisivas como para facilitar las cosas.
Cuando un partido está en campaña, si es el que gobierna, procura al máximo que su tele pública cumpla el minutaje oficial en los espacios obligatorios e intenta manipular al máximo en otro tipo de informaciones —institucionales, de imagen etc— que le procuren tener ventaja sobre la oposición. Esto es práctica habitual en TVE respecto al Gobierno central y en las comunidades autónomas con canal propio, ya estén dirigidas por PP, PSOE o CiU. En el caso de Euskal Telebista con el PNV puede adquirir tintes siniestros como ya ha denunciado “Basta Ya”.
Por su parte, las cadenas privadas procuran mantener una información equilibrada en sus telediarios, pero no echan toda la carne en el asador para conseguir unos debates que, al exigir tantas condiciones, se quedan en algo “light” y sólo consiguen atrapar un sector pequeño de la audiencia.
De momento, los asesores de campaña están por arriesgar poco y no son entusiastas de los “cara a cara”, ya que una metedura de pata o una mala actuación del candidato, que suele andar agotado, sería un tropiezo con luz, taquígrafos y efectos colaterales. Si esto es así en general, en el caso de las elecciones vascas parece más claro que los candidatos pueden prescindir de ese sistema de amplificación porque los mensajes de cada uno están claramente definidos y el territorio es pequeño. Las campañas por otros sistemas, desde los impactantes carteles de EH, los mítines incendiarios de Arzalluz o la denuncia de “Basta ya”, tienen un gran efecto, aunque no tanto como el miedo y el terror que sigue siendo la principal barrera para elegir en libertad, y eso no se lo salta un debate.
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