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Encarna Jiménez

El equipo gay

"El equipo G", ferviente defensor del matrimonio y el amor regulado, se convierte así en grupo de ángeles que ayudan a que la mujer se sienta más a gusto con el estilo que marcan los gays que con los del novio o ella misma

Antena 3 ha estrenado un programa intrascendente pero bastante significativo de lo que ocurre alrededor del mundo de la moda, decoración, belleza y costumbres, campos en los que cada vez tienen más influencia los homosexuales (masculinos, por supuesto). Aquí las lesbianas parece que tienen poco que decir. Se llama "El equipo G", y en él, parodiando al famoso "Equipo A", Gonzalo, Víctor, Pablo, Erik y Frank forman una especie de brigada que se encarga de coger a un heterosexual desaliñado, pero con posibilidades físicas y de carácter amable, y transformarlo por fuera y por dentro, cambiarle la casa y ponerlo a la altura de lo que quiere una mujer con la que se compromete una vez ha puesto su casa y su tipo a tono.
 
En su primera entrega, el elegido era David, un bombero con aire "grunge" al que su familia y novia reprochaban su falta de interés por la estética y el orden. Hasta el punto de que no se casaba con su novia, una aspirante a policía, por no tener la casa a punto y la piel bien tratada. Pero, para eso está "El equipo G", cinco gays que le dan lecciones de decoración, belleza, gastronomía, vestuario y consejos de comportamiento.
 
El programa dura una hora y tiene similitudes con todos aquellos espacios que, en algunos magazines, se han dedicado a transformar la imagen de ciudadanos que quieren que les marquen el estilo. En este caso, los cinco gays, unos con más pluma y otros más formales, se ocuparán, entre alusiones a las cualidades físicas del invitado, de darle un aire "glamouroso", muy de estilo Chueca, al invitado que se ponga en sus manos.
 
David el bombero no sabemos si seguirá mucho tiempo haciendo rollitos orientales en la cocina, o si se cansará de las sedas y el bambú, pero lo que sí debe ser difícil es que
se vista en Loewe o Toni Miró, coma en un restaurante caro y se gaste varios millones de las antiguas pesetas en decoración. El programa así se convierte en una forma de conseguir una buena dote, si le dejan al elegido lo que le prestaron para casarse y no se lo hacen devolver las casas patrocinadoras y la productora del programa.
 
"El equipo G", ferviente defensor del matrimonio y el amor regulado, se convierte así en grupo de ángeles que ayudan a que la mujer se sienta más a gusto con el estilo que marcan los gays que con los del novio o ella misma. En último término delega en estos "superasesores" para que cambien el "modus vivendi" de un chico recio, pero abierto, que no le da corte meter en su vida a una pandilla que lo transforme.
 
En todos los terrenos, incluido el marketing político, el cambio de "look" está a la orden del día, y este programa sólo insiste en un aspecto, que los gays dominan este terreno y son capaces de convencer a un bombero de que las cortinas de seda hindú son el envoltorio imprescindible para conquistar a una mujer.

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