“De buena mañana” no ha tenido tan malas críticas como “Maldita la hora”, pero tanto Juan Ramón Lucas como Máximo Pradera enfilan su segunda semana con reajustes y nervios. Para Antena 3 ha sido un verdadero bofetón que la audiencia no se mostrara receptiva ante los nuevos fichajes, pero parece que va a aguantar el tipo un tiempo hasta ver si se puede salvar algo de los dos programas.
Juan Ramón Lucas, que ha añadido esta semana nuevas seccio-nes y cuenta con colaboradores bastante eficaces tiene, sin embargo, un problema: todavía no ha cogido las suficientes tablas o no es tan cínico como para que no se le note que los temas del corazón le son ajenos y que mira con envidia a Matías Prats cuando conecta con la redacción de los informativos. Empezar la mañana con un atracón de revistas-basura entre las voces de Antonio Sánchez Casado y Karmentxu Marín lo pone tan nervioso que tiene que echar mano de bolígrafos y pelotitas antiestrés y, claro, así no hay quien se lo crea.
Juan Ramón cuenta con la ayuda de Oscar, una especie de Itu-rriaga joven que llena mucha pantalla, pero tiene poca chicha; Antonio Sánchez Casado, que resulta demasiado omnipresente y algo fatuo y un personaje que representa la hermana de Betty la fea, que lo hace muy bien. Lucas tiene buena química con ella y la razón principal está en que ella se muestra educada, como Betty, y Juan Ramón también es una persona educada a la que no le va el griterío del público ni de los invitados. Encajar su personalidad, y sus convicciones, con debates en los que se gritan Tony Genil, Teresa Berengueres y Karmele Marchante, le va a costar, al igual que poner objetitos de colores en la mesa o seguir el embarazo de dos señoras durante seis meses. Con todo eso, sin embargo, ha tenido que lidiar al comenzar su segunda semana con más voluntad que convicción.
Antena 3, quiere ponerle parches rosa a “De buena mañana”, pero a Juan Ramón Lucas todavía se le ve bajo el síndrome de personalidad escindida.
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