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Encarna Jiménez

La una y "la otra"

El presidente de la Comunidad de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, ha apretado con gran alborozo, ante un montón de cámaras, el botón que pone en marcha el segundo canal de su televisión autonómica, bautizado con el castizo nombre de “La otra”. A primera vista, parece bastante contradictorio que un político que viene anunciando la privatización de “Telemadrid” o, al menos, el adelgazamiento de su estructura y la eliminación de la deuda, amplíe el negocio. Pero, como esta paradójica política televisiva se ha ensayado recientemente en Canal 9, la autonómica valenciana que no para de crecer en personal y deuda, tendremos que pensar que alguna razón hay para que Gallardón siga a Zaplana y ponga “La otra” donde el presidente valenciano inauguró “Punt 2”, un canalillo que ve muy poca gente pero que, sin duda, cumple sus servicios.

¿Y cuáles son estos? En primer lugar, dar millones a la agencia de comunicación que se inventa el nombre. Desde hace tiempo no hay asunto “cultural” ni “servicio público” que se ponga en marcha sin empresa de publicidad, agencia de viajes y empresa consultora de obviedades. Y eso vale para un museo, una televisión y un “asunto social”. Gracias a ello se genera mucho empleo en el sector servicios y se estrechan las relaciones.

En segundo lugar, es un reducto donde se puede colocar a la gente de plantilla que no le sirve a “la una”, ahí se aparcan con holgura listos desafectos, enchufados con pretensiones, etc. También resulta muy útil como argumento del talante cultural, creativo y audaz de una televisión pública cuando, en el parlamento correspondiente, el partido del Gobierno tiene que responder a las preguntas desganadas o cínicas de la oposición.

La segunda cadena, en resumen, ayuda a mantener el tinglado de unas televisiones públicas que tienen una plantilla en perpetuo crecimiento y que, a la vez, contratan con empresas externas cuando quieren tener audiencia en “la una”. Es la manera de tener contentos a los de dentro y a los de fuera, “los unos” y “los otros”, los que van de puros y los que hacen el trabajo sucio. Es la curiosa fórmula para mantener el negocio abierto y en continua huida hacia delante hasta que a alguien se le ocurra la manera de sumar “otros” beneficiarios a “éstos”.

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