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Encarna Jiménez

Profesor Anguita

Carlos Dávila dedicó esta semana su educada entrevista semanal a Julio Anguita. En “El tercer grado”, programa de “La 2” de TVE que cada vez se separa más de lo que indica su título, se nos presentó a un profesor amable que ha vuelto a las aulas del Instituto de Bachillerato “Blas Infante” de Córdoba después de haber dirigido en un periodo complicado la coalición Izquierda Unida. Como buen comunista disciplinado, no quiso criticar a Llamazares ni a Madrazo en dos cuestiones fundamentales: la actitud ante la condena y pos-terior indulto de Gómez de Liaño y la posición de Izquierda Unida en el laberinto vasco.

Julio Anguita, en Córdoba, con aromas de jazmín y azahar, se mostró como un “retirado” por las circunstancias políticas y su salud. Empeñado en empezar una nueva vida, le sirvió en bandeja a Dávila una entrevista dulce en la que, más que hablar de cuestiones de estado o de la Constitución, quería mostrar la conveniencia de recuperar una vida tranquila. El jardín de Alá en el que el exdirigente comunista se ha instalado sólo permite dedicarse a manejar el ordenador, empezar a escribir unas memorias documentadas y hacer una tesis doctoral sobre los efectos de la desamortización de Mendizábal en Córdoba.

La vuelta a casa de Anguita recuerda a la de Gerardo Iglesias, del que nunca más se supo, y lo diferencia de Carrillo y su pertinaz empeño en no dejar la actualidad, pero, sobre todo, le sienta como un guante a un programa cuyas entrevistas cada vez se acercan más al estilo de “La noche abierta” de Pedro Ruiz. En TVE no quieren líos con declaraciones políticas si no lo exige el guión, prefieren mostrar el lado humano y pactar los silencios de un interrogatorio tan amable como amañado.

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