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Encarna Jiménez

Protestas y subvenciones

Después de la campanada de “Operación Triunfo”, que se sumó en la gala del lunes a la campaña de “No a la guerra”, Pepe Sancho ha protagonizado una protesta en la presenta-ción de la miniserie “Arroz y tartana” pagada por Canal 9 y TVE. Estos días hay que pe-dir hora para desfilar entre Atocha y la Puerta del Sol y conseguir espacio en los medios para que el mundo del espectáculo tenga su minuto concienciado. La avalancha de mani-fiestos, críticas y proclamas es tal que no hay tregua para el Gobierno.

Cuando la riada no hay manera de contenerla, se dan situaciones curiosas como la ocurri-da a propósito de la presentación pública de “Arroz y tartana”, basada en la novela de Blasco Ibáñez. La miniserie, producida por Intercartel, no hubiera visto la luz sin la apor-tación económica pública. 400 millones de pesetas ha costado que pueda llegar a nuestras pantallas una adaptación que dista mucho de la producción de “Cañas y barro” dirigida por Rafael Romero Marchent en 1978 para TVE. La de hace 25 años tuvo un impacto popular similar al de “Los gozos y las sombras” de Torrente Ballester, y “Arroz y tarta-na” tiene toda la pinta de convertirse en un producto de compromiso que justifique la intervención de las televisiones públicas con la excusa de tratar obras literarias de interés.

Pepe Sancho, que es un curtido polemista, aprovechó la ocasión que le brindaba la pre-sentación de la serie para sumarse a un manifiesto en contra de la privatización de ciertas áreas de Canal 9, y arremetió contra la cadena autonómica por seguir programando “Tómbola”. El “ex” de María Jiménez es el protagonista de la miniserie, una producción del mismo corte que la dedicada a Severo Ochoa, también realizada gracias a la Generali-tat Valenciana y TVE. Son fórmulas de compromiso que ven la luz por la feliz conniven-cia entre productoras privadas y cadenas públicas. En otro momento, los que conseguían llevar a cabo sus proyectos gracias al contribuyente, eran más considerados con quien les paga, pero, actualmente, el mundo del audiovisual, y especialmente los actores, está que-riendo tener protagonismo aunque entre en contradicción con las reglas del juego. Cuan-do pase la marea, y después de que todo el mundo del espectáculo se haya adherido a cualquier proclama, los productores tendrán que restaurar los lazos con televisiones pú-blicas y privadas. Y no va a ser fácil, porque hay mucho de mascarada en este festival de manifiestos reivindicativos en cuanto hay cámaras delante.

Los tiempos de Pilar Miró, con generosas inversiones por parte de TVE y buenas series, han dado paso a compromisos pactados entre las administraciones públicas y algunos productores que conocen, más que nadie, cómo consiguen la financiación de produccio-nes manifiestamente mejorables.

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