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Encarna Jiménez

Que se mueran los pobres

Telecinco lleva una carrera espectacular en las últimas semanas. Los éxitos cosechados en los niveles de audiencia han hecho que se reconozca que es la cadena generalista de implantación nacional con los programadores más hábiles. Cada vez le saca más distancia a Antena 3, en tercera posición, y le está mojando la oreja a “La primera” de TVE.

Esta semana, aprovechando la Gala de la FAO, una iniciativa de TVE tan tópica en su factura como bienintencionada, Telecinco consiguió que una serie producida en España, “Hospital Central”, fuera la más vista en la franja nocturna, la más codiciada por los pu-blicistas, arrebatándole el liderazgo a la cadena pública. La alegría de Telecinco fue tan grande que decidió insertar en prensa unos anuncios a toda página en los que, además de destacar los programas punteros, se resaltara que el público que los ve es el mejor. Y se considera el mejor el que tiene entre 14 y 55 años, vive en poblaciones de más de 10.000 habitantes y pertenece “sic” “a todas las clases sociales menos la baja”.

Es posible que los publicistas de Telecinco tuvieran un lapsus al haber derrotado al gigan-te de TVE mientras se ocupaba de los pobres o que, simplemente, estaban haciendo llegar a las empresas que ofrecen una plataforma ideal para vender sus productos a los que tie-nen mayor capacidad adquisitiva, pero ese desprecio explícito hacia viejos, población rural y, sobre todo, a los pobres, no parece que case con el espíritu “socializante” del que hacen gala algunas de sus estrellas.

Es legítimo el autobombo de un medio de comunicación, aunque sea para enorgullecerse de programas de tan dudosa calidad como “Salsa rosa” o las distintas explotaciones del material humano de “Gran Hermano”. Pero es, como mínimo, opinable que el público que ve cómo Jesús Vázquez, el flaco, entra en las habitaciones de “GH” o se solaza con las trifulcas de los “reality” es “el mejor”. Gracias a la televisión se come mucha basura en nuestras casas y eso, de momento, no evidencia más que el deterioro de una oferta que está haciendo de la audiencia una masa acomodaticia a la estrategia de las cadenas. Cada vez se emiten más programas baratos que no ayudan a “mejorar” cultural ni humanamen-te a una audiencia secuestrada por el cotilleo.

Colocar en los primeros puestos series de producción propia como “El Comisario” o “Hospital Central” tiene mérito, a María Teresa Campos hay que reconocerle que es una profesional de peso, de Javier Sardá hay que admirar ser el mayor demagogo y el tipo más listo de la clase para hacer maldades, pero que no insulten a los que no los ven, sobre todo si su nivel de renta no les da para tener los estudios suficientes como para seguir las andanzas de Sonia y solazarse con los músculos de Gustavo.

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