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Enrique Coperías

Batalla contra la diabetes

A partir del día 28, los diabéticos españoles no encontrarán en las farmacias los hasta ahora habituales viales y jeringuillas de insulina de 40 unidades por mililitro (UI/ml), que se sustituirán por los de 100 UI/ml. La medida, que era de esperar, permite adecuar el formato con el recomendado por la Organización Mundial de la Salud que, por cierto, ya está implantado en toda la Unión Europea y en casi todo el mundo. Es de esperar que la campaña informativa desplegada por el Ministerio de Sanidad y Consumo haya llegado de forma eficaz a la totalidad de los diabéticos de tipo I, que en nuestro país suman más de 80.000. Éstos dependen de forma vital de la insulina que se inyectan a diario por vía subcutánea ya que, hoy por hoy, no existe una cura definitiva para la denominada enfermedad dulce.

Hay que recordar que la diabetes, que afecta a 120 millones de personas en todo el mundo, es un mal autoinmune causado por la batalla que establecen las células de defensa del individuo y las denominadas células beta productoras de insulina de los islotes de Langerhans, en el páncreas. La implacable destrucción de estas células pancreáticas tiene terribles consecuencias: los afectados son incapaces de producir la preciada insulina. Ésta es la hormona que regula, junto al glucagón, los niveles de glucosa en sangre asegurando, en los sujetos sanos, que las células dispongan de las cantidades adecuadas del azúcar, independientemente de las horas de las comidas. Esta deficiencia es compensada con la inyección de las modernas insulinas que, dicho sea de paso, poco o nada tienen que ver con la obtenida del cerdo, que es muy similar a la humana.

Dependiendo del grado de la lesión pancreática, los diabéticos tienen que inyectarse una determinada cantidad de insulina diaria, que imita en lo posible el ciclo natural de la hormona. Es por ello por lo que los pacientes han de tener cuidado al cambiar el formato de los viales y dosificadores. Por ejemplo, si se emplean viales de 100 UI/ml con jeringuillas de 40, se corre el riesgo de administrarse demasiada insulina y que se produzca una hipoglucemia (bajada de azúcar). Por el contrario, si se combinan jeringas de 100 UI/ml con insulina de 40, existe la posibilidad de que el diabético sufra una hiperglucemia, o sea, una subida de glucosa.

Como hemos mencionado, la calidad de vida del diabético depende en gran medida de la insulina que diariamente se administra. Por fortuna, los enfermos disponen de insulinas cristalinas más seguras de acción rápida, que actúan de manera casi instantánea y prolongan sus efectos durante 12 ó 14 horas, y retardadas, que trabajan lentamente hasta 36 horas. Sin embargo, ni unas ni otras logran calcar la actividad fisiológica del páncreas, por lo que los diabéticos sufren hipoglucemias e hiperglucemias que tienen que contrarrestar. La esperanza para los afectados por la enfermedad dulce está ahora en el trasplante de células pancreáticas y la terapia génica. El objetivo de esta última terapia, aún en fase de investigación, consiste en introducir en células humanas el gen que dirige la síntesis de la insulina.

Más avanzados están los ensayos encaminados al trasplante de islotes de Langerhans. Los ensayos realizados en humanos son bastante prometedores. Al menos esto es lo que se desprende de la lectura del artículo que el profesor James Sapiro y sus colegas de la Universidad de Alberta, en Canadá, publicaron en la revista The New England Journal of Medicine el verano pasado. Sapiro sometió a siete pacientes con diabetes de tipo I a un trasplante de células pancreáticas y obtuvo en todos ellos una mejora de la enfermedad. El 8 por 100 de ellos no tuvo que inyectarse la obligatoria dosis de insulina, al menos durante un año.

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