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Enrique Coperías

Murciélagos, asnos y la salud humana

Con harta frecuencia, una alteración del medio ambiente aparentemente insignificante puede poner al borde de la extinción a una especie animal o vegetal y, de rebote, desatar una epidemia entre los humanos.

Ésta es la advertencia que han emitido los científicos que estrenarán el 2002 reuniéndose en Londres bajo el auspicio de la Sociedad Europea de Virología Clínica y Veterinaria y la Sociedad General de Microbiología. El ejemplo más claro de esta amenaza está en Australia. El desarrollo agrícola y el crecimiento de las ciudades están acorralando, poco a poco, el hábitat de numerosas especies protegidas de murciélagos frugívoros, es decir, que se alimentan de frutas.

La presión que el ser humano está ejerciendo sobre estos simpáticos animales voladores puede acarrear consecuencias nefastas para la salud humana. La invasión de sus hábitats está provocando que los murciélagos se acerquen cada vez más a las granjas de animales y a los núcleos urbanos, sobre todo si éstos están próximos a huertos. La primera consecuencia de este acercamiento ha sido un brote epidemiológico de la enfermedad causada por el virus Menangle en una cochiquera de New South Wales, instalada en las proximidades de una colonia de murciélagos. Este nuevo virus, que pertenece a la familia de los Paramyxoviridae, fue aislado en 1997 por un equipo de científicos de la Universidad de Sydney del cerebro, pulmones y corazón de cerdos recién nacidos. Poco después se comprobó que el agente viral podía transmitirse a los humanos, en particular a los empleados de las pocilgas.

Sin duda alguna, el reservorio del virus Menangle son los murciélagos australianos. Hay estudio que demuestran que los cerdos sienten una especial atracción gastronómica por las heces de estos quirópteros y no dudan en zamparse los ejemplares muertos que encuentran en su camino. Del cerdo al humano sólo hay un paso. Además, el Menangle provoca graves trastornos respiratorios en los caballos. Los ganaderos que han sido infectados por el virus sufren una especie de proceso gripal y, en algunos casos, lesiones cerebrales y neumonías rebeldes, según ha declarado a la prensa de las antípodas el especialista Adrian Philbey, del Instituto de Investigación Moredun, en Edimburgo.

El caso australiano no es una excepción ni una curiosidad. La alteración del medio ambiente sin ningún tipo de control tiene un precio tan caro como impredecible. La agresión a los ecosistemas naturales causada por el hombre, como son la deforestación y la construcción de embalses, facilita el trato con microbios desconocidos. Éste fue el caso del Guaranito, un arenavirus descubierto en 1989 durante una epidemia en Venezuela. Desde entonces se han registrado más de un centenar de casos en Guaranito, al este de Caracas. El brote surgió cuando los campesinos empezaron a clarear el bosque para convertir las tierras en pastizales, lo que provocó que se levantara una gran cantidad de polvo contaminado por la orina del roedor Sigmodon alstoni, el huésped elegido por el agente patógeno.

Una situación similar vivieron los agricultores argentinos después de la Segunda Guerra Mundial, tras reemplazar las verdes praderas por cultivos de maíz. ¿Qué sucedió entonces? El cambio indujo el aumento incontrolado de otro roedor conocido como Colomys musculinus y que porta el virus Junín. Desde 1953, cientos de granjeros padecen cada año las fiebres hemorrágicas por este agente viral, que suele matar a uno de cada cinco contagiados.

La moraleja está clara. La colonización de nuevos hábitats, los desplazamientos humanos masivos, las aglomeraciones urbanas y la extinción de una especie son una oportunidad de oro para los gérmenes. Ciertamente se trata de gérmenes que pululan en ambientes tropicales y subtropicales, lejos del mundo occidental, pero que en cualquier momento pueden coger un avión y presentarse en nuestros pulmones sin tarjeta de visita.

La venganza de los murciélagos australianos me trae a la mente un animal injustamente maltratado y hoy casi olvidado, que mora en la Península Ibérica. Me refiero al asno. Desde los años sesenta y setenta, el número de ejemplares de este solípedo, más pequeño que el caballo, y de orejas muy largas, se ha reducido drásticamente, debido sobre todo a la mecanización de las actividades agrícolas. Actualmente, la cifra no llega a los 90.000, y la tendencia es a la baja. En un intento de remedar la situación, un equipo de investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona, dirigido por el profesor Jordi Jordana, ha hecho un estudio genético de las poblaciones de razas de asno en grave peligro de extinción: Catalana, Andaluza, Encartaciones, Mallorquina y Zamorano-Leonesa. Su objetivo no es otro que optimizar el apareamiento entre machos y hembras de estos animales, para así intentar aumentar su población y e paso mantener la máxima diversidad de las diferentes razas.

Los resultados de este interesante estudio aparecen publicados en el último número la revista Genetics Selection and Evolution. En él se puede leer que los científicos efectuaron un inventario censal, el registro y la identificación individual de los ejemplares con microchips, su caracterización morfológica y hematológica y, por último, el análisis de su ADN micrisatélite. Recordemos que éste se corresponde con regiones de los cromosomas que no contienen información genética pero que ayudan a los genetistas a identificar los individuos y reconstruir el árbol filogenético.

La acción de los científicos catalanes del Departamento de Ciencia Animal i de los Alimentos para preservar nuestros asnos es muy loable y deseable. Hay que ser precavidos, no sea que estos solípedos escondan algún virus debajo letal del brazo. Que esta amenaza fantasma sirva al menos para atemorizar a aquellos hipocondríacos que el medio ambiente les trae, y nunca mejor dicho, al fresco.


Imágenes cedidas por la Universidad Autónoma de Barcelona.


Este artículo, junto a otros de Jorge Alcalde, Antonio López Campillo, Ana Díaz, etc. se publica en la Revista de Ciencia y Sociedad de Libertad Digital. Si desea leer más, pulse AQUÍ

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