El Ayuntamiento de Zaldibia ha declarado “asesino predilecto” al etarra Hodai Gallarraga. Su mérito, que le explotara la bomba que manipulaba para asesinar a personas inocentes. Este es el ejemplo genocida que los ediles de Zaldibia ponen a sus conciudadanos, a los que tratan de animar a que se conviertan en patentes criminales.
No le ha resultado difícil al equipo de gobierno (sic) llegar a ese desquiciado acuerdo, porque en Zaldibia los nueve concejales son de Batasuna. O sea, de Eta. Es alucinante, demuestra lo bajo que se ha caído en la línea de cesiones democráticos, que este escenario totalitario y fascista pueda tener cobertura legal en el Estado de Derecho español. Que el fiscal Luis Navajas presente inmediata querella es un dato alentador, pero que debe ser visto a la luz del esperpento en sí. Nada nos asegura que algún juez, con ínfulas de progre, tipo Perfecto de Andrés, no considere la “exaltación del terrorismo” un delito que no debe ser tenido en cuenta o que no genera alarma social.
Zaldibia es una muestra clara de la dictadura nacionalista que se ha consentido a lo largo de la transición. Pertenece a la provincia de Guipuzcoa, donde esa dictadura es muy fuerte, y, dentro de ella, a la comarca de Oria, donde es intensa en niveles ultrasoviéticos. En las elecciones municipales de 1999, Batasuna obtuvo 683 votos, el 90,22% de los válidos emitidos. El PP cosechó 21 (2,77%) y el PSOE, 53 (7%). PNV y EA no presentaron candidatura. ¿Miedo nacionalista? ¿Reparto de poblaciones? Hubo una latente rebelión ciudadana con 73 votos en blanco y 105 nulos. En las elecciones autonómicas de 2001, EA-PNV fue el partido más votado (el 44,67%), seguido de EH (43,11%). Los otros partidos tuvieron resultados testimoniales, heroicos: PP, 4,79%; PSOE, 4,89%; IU, 2,44%. Sumados los votos de EA-PNV y Batasuna se reafirma el asfixiante clima dictatorial: 87,78%.
Estos resultados no son normales en ninguna democracia. No son democráticos. Sólo se dan en dictaduras, donde al discrepante se le asesina y al asesino se le declara hijo predilecto. Es el caso. Esta es la situación que trata de perpetuar Ibarretxe, pues es “su” dictadura nacionalista. Es el nacionalismo el que envenena las mentes y las pervierte hasta situar a un asesino como el ejemplo a seguir. Una parte de la sociedad vasca –la nacionalista, con el PNV a la cabeza– está muy enferma. Ensalza a psicópatas y asesinos en serie.
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