Menú
Enrique de Diego

Compañeros psicópatas o la nueva Eta

Pisos alquilados por breve tiempo, pensiones, viajes en autobús, para dejar el menor número de huellas posible. Instalados en el terreno, itinerantes, casi nómadas -con una escapada a la ciudad valenciana de Paterna para recabar datos- sin ningún proyecto para huir a Francia en caso de peligro. La nueva generación de psicópatas se parece a los terroristas suicidas de Hamas: se trata de conseguir el mayor número de muertes sacrificando a los propios asesinos en serie. El modus operandi es una muestra de la debilidad estructural de Eta, pero lo es también de su voluntad genocida, de la desesperación de la hiena. La nueva generación de compañeros psicópatas de Otegi es mochilera y nihilista.

La trayectoria de esta nueva generación es clara: han sido formados en la “escuela nacional” -un sector de las ikastolas- y se han acostumbrado a la violencia en la escuela de terroristas de la kale borroka. Han crecido en los espacios de impunidad de un Estado de Derecho amedrentado (Harriet Iragi sólo pasó dos meses en prisión preventiva después de atacar a una patrulla de la Ertzainta y salió tras pagar doscientas mil pesetas y Jon Igor Solana fue absuelto por la paliza a un policía vasco por falta de pruebas cuando su acción fue grabada) y en la inhibición policial ordenada por Balza e Ibarretxe.

La nueva Eta exige una nueva estrategia más global que la llevada hasta el momento y no exclusivamente policial. Efectivamente, son precisas medidas y soluciones políticas, pero diametralmente contrarias a las que marca el nacionalismo, foco teórico y práctico del conflicto. No puede admitirse una estructura social y política dedicada a la formación de asesinos. Ninguna sociedad que no quiera suicidarse puede convivir con tal esquema. El gobierno vasco nacionalista actúa de tutor de estos cachorros de Eta, subvenciona los centros donde se predica la lucha armada, se inhibe hacia sus prácticas terroristas en la lucha callejera y se ha dedicado a minimizar el efecto pervertidor de tales prácticas calificándolas de violencia de baja intensidad. Es preciso pasar a una política preventiva del terror para la que es necesario recuperar una de las propuestas más respaldadas por la población como es el cumplimiento íntegro de las penas. La kale borroka debe pasar a la Audiencia Nacional, sustrayéndola al miedo con el que actúan los jueces en el País Vasco. Es preciso incrementar la relación coste-beneficio del delito para desalentar nuevas levas y actuar, como ha hecho Baltasar Garzón, sobre las correas de transmisión entre Eta y Hb.

Avanzar en la solución real pasa necesariamente por desalojar al nacionalismo del gobierno vasco e intensificar el imperio de la Ley. El error Zapatero de prestarse a la operación de imagen de Ibarretxe es manifiesto a la luz de que esta nueva Eta ha crecido y se ha formado bajo gobiernos de coalición entre el PNV y el PSOE, en escuelas y calles entregadas al nacionalismo del árbol y las nueces a cambio de sueldos y puestos de consejeros para los socialistas.

En Opinión