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Enrique de Diego

Cultura del pelotazo literario

Hace unos años hubo en Francia un escándalo monumental porque se puso sobre el tapete la denuncia de que los concursos literarios de las editoriales podían estar predeterminados. La noticia fue que hubo escándalo. En España se sabe que lo fundamental es el perfil del autor mucho más que el valor intrínseco de la obra y que el premio responde más a criterios comerciales inmediatos de la posición del autor en los medios que a su aportación a la literatura. Esta puede existir, no lo niego, pero es lo de menos. El control por las editoriales de los jurados hace perfectamente posible el premio de encargo.

Lo grave del escándalo de libro de Ana Rosa Quintana o de su excuñado o de quien sea es que esa especie de estafa literaria ha dado un salto regresivo hacia la cultura del pelotazo. No es que Ana Rosa haya sentido la llamada de la literatura -a las pruebas me remito- sino la del talonario. Pero esa estafa moral a las seguidoras de su programa es, al tiempo, una conspiración editorial: un libro de encargo hecho a base de retales. No pretendo defender eso que se denomina literatura minoritaria y que suele ser coartada para fórmulas gremiales de distribución que contribuyen poderosamente a los bajos índices de lectura españoles. Sólo apunto que “Sabor a hiel” es un villalonguismo literario, cultura del pelotazo en rústica, en la que hay una autora sin escrúpulos, un negro despechado y... una editorial.

Lo más grave es que se trata de la culminación de un fenómeno extendido, de un acicate para que presentadores y presentadoras pasaran en horas veinticuatro de las musas al teatro, aunque sin la gracia de Lope. O quizás con su gracia, porque cortar y pegar es muy socorrido. ¿Empezamos porque los premios sean creíbles y no el espectáculo de un truco?

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