Menú

Los planes del nacionalismo para segregar el País Vasco no pueden llevarse a efecto sin un proceso previo de división y deconstrucción del socialismo. Esa operación se ha puesto en marcha. Cuenta con importantes apoyos internos para desestabilizar a Nicolás Redondo. La ruptura del pacto en el Ayuntamiento de San Sebastián por el pusilánime Odón Elorza intenta generar un abismo entre los populares y los socialistas, así como romper el proceso de alternancia constitucionalista, que tuvo un importante avance en las pasadas elecciones. Con los datos de las autonómicas, un acuerdo entre socialistas y populares gobernaría, por ejemplo, el Ayuntamiento de Bilbao.

Ese intento de desmantelar el socialismo tiene terminales importantes en el PSC con Pasqual Maragall, quien desde hace tiempo viene conspirando contra Nicolás Redondo y abriendo fisuras. La más clara es ya el documento de Jesús Eguiguren, en el que se juega a la ruleta rusa ideológica con el modelo de Quebec. Es probable que esta corriente sea minoritaria y los socialistas vascos consigan eliminar de su interior esta peligrosa deriva, que echaría a sus votantes en brazos del Partido Popular, dejando a éste partido como único bastión frente a un nacionalismo consciente de que pasa su hora y que juega al talibanismo de ahora o nunca.

Quien se lo está jugando todo en este envite es José Luis Rodríguez Zapatero, porque puede confirmarse de manera meridiana la destrucción general del PSOE como fuerza política nacional y su incapacidad para defender el proyecto nacional de la Constitución.

La aceleración de este proceso tiene que ver con la cercanía de las elecciones gallegas, en las que ni nacionalistas ni socialistas parecen en condiciones, a tenor de las encuestas, de obtener un buen resultado en términos significativos. El futuro del País Vasco se juega en parte en Galicia, porque de sus resultados dependerá la fuerza moral de los sectores españolistas del socialismo vasco o de los nacionalistas. En el PSE hay quintacolumnistas del PNV como Odón Elorza y ahora Jesús Eguiguren, a los que Nicolás Redondo deberá hacer frente si quiere sobrevivir políticamente.

En Opinión