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La norma marca conceder cien días de asueto y asepsia en el juicio a cualquier cargo público. Al director del CESID, años, pues su oficio es secreto, pero no me resisto a establecer algunas dudas de principio a eso tan pedante del perfil. Es un bien en sí la metamorfosis de un director militar a uno civil, pues la jerarquización militar, en cuestión como la inteligencia, en el filo de tenues y afiladas navajas morales, propende a arriesgadas sublimaciones de obediencia debida, con supeditación de los medios a los fines. La chapuza de la mano de la inmoralidad.

Lo relevante de Dezcallar es su condición de diplomático y de especialista en el Magreb, amén de su felipismo histórico (eso es mérito en esta pragmática segunda legislatura). Hemos de suponer, por tanto, que el CESID necesita diplomacia. La imagen del CESID es pésima, tirando a peor. No sabemos lo que ha hecho bien, pues es secreto, pero lo que ha hecho mal nos abochorna, desde organizar presuntamente el 23 F hasta matar a mendigos cobayas, pasando por escuchar al rey o ser pillados in fraganti espiando las sedes batasunas. Su segundo se escapó con los archivos y cada poco nos enteramos, con reproducción tipográfica, de las reuniones internas del máximo nivel, que no pasa de ser chusquero. Lo del CESID, de Narciso Serra a Alfonso Guerra, pasando por Javier Calderón, parece de Mortadelo y Filemón o de Pepe Gotera y Otilio. A lo mejor Dezcallar mejora la imagen con las dotes diplomáticas españolas, tan basadas en la buena gastronomía y el Vega Sicilia.

Pero a fuer de enmendar la plana a los sabios de la cosa o de “La Casa” o de La Moncloa, nuestro problema no está en el Magreb, por mucho que los misiles de Trillo apunten hacia Ceuta y Melilla, pues por ahí lo único que quieren los magrebíes son huecos más amplios en las puertas de entrada. Nuestro problema está en el Norte, en el País Vasco y en el Sur de Francia, para eso, al margen del far play diplomático, Dezcallar no está preparado, no tiene idea. La misma semana en la que se llevaba a cabo una de las más toscas operaciones de filtración de un nombramiento, para echarle una mano al náufrago Piqué, el terrorismo atentaba contra el general Oreja (quizás elegido azarosamente por su apellido, como en su día el teniente coronel Pedro Antonio Blanco) mientras del Magreb llegaban inofensivas pateras. Deseo equivocarme. El CESID precisaba un policía, no un diplomático. Se trataba de buscar un civil y un diplomático viste. Queda pijo. Pero, en principio, es una operación de imagen. Con el añadido relevante de que el juguete se lo quita Aznar a Trillo.

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