Menú
Enrique de Diego

El cambio intranquilo y el enigma del heredero

Mientras el Partido Popular no tenga un heredero, ni defina los cauces para que lo haya, las encuestas del CIS tienen una proyección difícil y en principio con prima para el PSOE. La hecha pública del CIS es halagadora para Zapatero, el líder político más valorado, por ende el que tiene menos rechazo. Además la distancia entre PP y PSOE se reduce a la mitad y empieza a dejar de ser abismal.

Una de las conclusiones directas de los datos es que Zapatero se encuentra mejor valorado que su partido e incluso ha tirado de él hacia arriba. Es una operación de imagen, por ahora exitosa y eso que no son abundantes los conflictos internos del socialismo.

De hecho, el cambio tranquilo está mejor posicionado en la sociedad que en el seno de su partido, donde se asiste curiosamente a una revitalización del guerrismo y donde en la federación de Madrid los zapateristas son abucheados. ¿Cuál es la causa? La cúpula y la militancia del PSOE llevan tiempo alejados de la realidad manteniendo un socialismo cuyo error ha sido contrastado por la realidad, pero que se ha establecido como dogma o tópico. No hay crisis de las ideologías -aunque habría que definir este concepto-, sino crisis de algunas ideologías o de algunas ideas. Zapatero no tiene visos de tener problemas en las urnas pero sí muchos en los congresos de su partido cuando deba afrontar la gran asignatura pendiente: la renovación intelectual del partido socialista, la elaboración de un programa de gobierno. Sus compañeros llevan décadas haciendo cruzada contra el liberalismo y es en ese ámbito -en esa amplia corriente intelectual- donde puede salvarse el socialismo posible, al menos como sigla, porque el socialismo como ideología hace tiempo que fracasó.

Lo curioso es que la espera de Aznar a la afloración de las contradicciones del PSOE –resultó demoledora frente al efecto Borrell- no está teniendo resultados frente al efecto Zapatero. Más bien aparecen las contradicciones de lo que califiqué como el error de Aznar: la ausencia de un heredero que recoga los frutos de la labor de gobierno y la peculiar situación de un presidente del Gobierno que no tiene incentivos para criticar al jefe de la oposición porque no se medirá con él. Una especie curiosa e incomprensible de razón de Estado, de síndrome de La Moncloa bis, que no le está viniendo nada bien al Partido Popular.

En Opinión