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Que los curas publiquen manifiestos y que haya plataformas de sotanas expresando sus opiniones como gremio, eso sí es un hecho diferencial, y no lo del Rh. Es una excepción cultural y religiosa que no contempla el derecho canónico. Sólo se da en la reserva espiritual del nacionalismo, o sea en Vizcaya. Ya es significativo que sólo sean firmantes de esa provincia: el localismo diocesano es sentimiento fuerte o tan fuerte como el nacionalista.

A tenor de lo expresado por estos ciudadanos firmantes en cuanto tal, aunque todos sean clérigos, podemos llegar a la infalible conclusión de que la mitad de los curas de Vizcaya son del PNV. La tesis del manifiesto de los 226 son, casi punto por punto, las de la ejecutiva del partido de Sabino Arana, aquel chico para quien había que ser nacionalista y católico (aunque de esto último no se enteren los abertzales batasunos y etarras).

Situarse como centro moral, en equidistancia entre víctimas y verdugos, es una inmoralidad. En cuanto a ética, los curas firmantes dejan mucho que desear. Poner en el mismo fiel de la balanza a las víctimas inocentes asesinadas de un tiro en la nuca o descuartizadas por traidoras bombas con los asesinos convictos y confesos que cumplen una sentencia justa --y aún benigna, por nuestro sistema penal-- después de un juicio con todas las garantías es un desquicie moral de grueso calibre, una ordinariez ética. Luego están las manipulaciones semánticas que ya no engañan ni a las beatas nacionalistas como la utilización del concepto diálogo con significado perverso de cesión de la víctima a las reclamaciones del verdugo, lo que convierte el sacrificio en inútil e incentiva el crimen.

Los curas vascos tienen mucha responsabilidad moral --la postura de la Conferencia episcopal es bien distinta-- en la larga serie de asesinatos que asola a aquella tierra y al resto de España. En el siglo XIX se llamaba trabucaires a los curas que se dedicaban a la política y se echaban al monte con la boina carlista para defender la santa tradición. Hay un lugar del mundo por donde no parece haber pasado la revolución liberal, por Vizcaya o, al menos, por la mitad de su clero.

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