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Aunque la política vasca nos da sorpresas como las declaraciones de Atutxa sobre lo inmoral que es pactar con quienes apoyan la violencia, tras concluir la legislatura de su mano, lo que ya no resulta sorprendente es que en cualquiera de las redadas policiales sean detenidos miembros y cargos de Eh.

Hace tiempo que las declaraciones de Otegi, sobre que Eta es un movimiento que se dedica a la lucha armada pero ellos no, dejaron de ser una verdad a medias, para ser una simple mentira. Desde hace tiempo, el funcionamiento de Eh es el del comando legal de la banda terrorista. Es decir, los dos concejales de Vera de Bidasoa detenidos, en el caso de que se pruebe su implicación en el aparato de “mugas”, no van a ser en ningún caso expulsados de Eh, ni se les va a abrir expediente ni nada similar. Personas, que en el supuesto dicho, se dedicarían a facilitar el paso de los coches bomba o de los matones, no están rompiendo ni la disciplina interna ni van contra la filosofía de Eh, sino que están cumpliendo de manera estricta los objetivos no sólo de la banda terrorista, sino también de la formación política.

Esto es una obviedad. En Lasarte lo tienen bien claro. Hay cómplices. Las víctimas vienen precedidas de campañas de amedrantamiento, aparecen en carteles que han de ser impresos por alguien, se las pone en dianas, que son pintadas por alguien, se llama a la policía autónoma para tender trampas mortales y se mueven los contenedores para facilitar el atentado. La frontera ha desaparecido de tal manera que en los miembros de los últimos comandos operativos detenidos, como el Barcelona o el Andalucía, no se puede deducir con claridad cuándo dejaron de estar en las juventudes de Eh y pasaron a Eta, porque la obviedad es que siempre estuvieron en Eta.

Las declaraciones de la alcaldesa de Lasarte muestran una realidad tangible, cotidiana, de la que no se quieren extraer las consecuencias, pero el hecho es que Eta, no sólo como complicidad, no sólo como retórica, no sólo como apoyo político, es hoy básicamente Eh más los liberados. Y eso, tan obvio, ¿qué respuesta lógica tiene en una democracia que quiera seguir siéndolo?

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