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Al Qaeda puede ir camino de convertirse en una tapadera de ese aspecto más confuso, pero tan real, que es el fascismo islámico. La degradación de una religión, anclada en el tiempo, que ha convertido a poblaciones enteras en esclavas de una mezcla de servilismo e intransigencia, que se manifiesta en el odio al otro, en un racismo, con componentes antisemitas y antiocciodentales. Se suele hablar del racismo como un pecado de los occidentales, cuando son ahora los más inmaculados. En las poblaciones árabes hay una alta dosis de racismo, que tiene siglos de existencia, manifestada en la persecución de los disidentes, de quien osa cuestionar la doctrina oficial, con pena de muerte a la blasfemia y a la apostasía. Naciones que están, en términos históricos, en la Baja Edad media.

Grupos deslavazados en las diversas naciones perpetran atentados de un especial salvajismo, y de una depravación extrema mediante el suicidio. A eso se le puede estar llamando Al Qaeda, para hurtarse al necesario combate ideológico que ha sido fundamental en la Ilustración y en el compromiso con las libertades conocido por liberalismo. Pensar en un exclusivo problema policial es un acierto a medias, en alguna medida un error. El fundamentalismo islámico ha de ser combatido también en sus bases doctrinarias, frente a la estulta tesis políticamente correcta, sostenida con ínfulas hegemónicas en todas las universidades, del respeto a todas las culturas.

En términos civilizatorios, la occidental no es que sea superior, es la única. Sólo ella dio el paso de gigante de proscribir la esclavitud y considerar a cualquier persona, por el hecho de serlo, detentadora de derechos inalienables. Se ha exportado uno de sus mayores logros: los avances médicos, y ello ha producido un boom demográfico en el tercer mundo, pero al no haber cambiado sus estructuras políticas y económicas, no tienen capacidad para mantener sus niveles de población. Sólo desde la libertad de empresa y la libertad política se pueden asegurar los actuales niveles poblacionales.

Casi toda la responsabilidad de lo que está sucediendo la tienen tiranías como Arabia Saudí o Irak, pero también tiene responsabilidad la Unión Europea. Una parte de sus fondos, por ejemplo los destinados a la Autoridad Palestina, han sido desviados hacia el terrorismo. En buena medida, la política internacional se ha convertido en campo abonado para la hipocresía. Esto es muy claro en el caso de España y del conjunto de la Unión Europea en relación con el conflicto de Oriente Medio. Me parece falsa como hipótesis, aunque sea deseable desde el punto de vista de los derechos, que la creación de un Estado palestino sea la solución. Una parte de los palestinos sueñan con culminar el holocausto judío inconcluso por Adolf Hitler.

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