Menú

La libertad de expresión es tan consustancial a la civilización occidental que sumirse en la autocensura es una forma, de las más letales, de combatirla. Sorprendente resulta que, mientras cualquier manifestación de machismo es denunciada con lógica saña, el exuberante machismo del Islam es contemplado como efecto de una cultura diversa, ante la que, en aras de no ofender, debemos resistir a la tentación de establecer un juicio.

En su día, la costumbre de que las mujeres asistieran a Misa tocadas con un velo, según el precepto establecido por San Pablo, dio lugar a muy serios y sensatos reproches por parte de la progresía, que en esto no diferenciaba entre párrocos moderados e integristas.

Sin embargo, la costumbre de que las mujeres musulmanas vayan tocadas todo el día con tal velo se considera precisamente eso, una costumbre. Sorprende aún más que los laicos franceses, quienes pusieron el grito en el cielo contra las adolescentes musulmanas que asisten a la escuela pública con el chador -rompiendo así el laicismo militante de la enseñanza estatal francesa- militen ahora en el campo de los que se empeñan en situar a los Estados Unidos como el agresor.

La misma poligamia es un sistema económico ineficiente, como ha estudiado con acierto Gary Becker, pero sobre todo es una lesión a la dignidad de las mujeres.

¿Cabe entender el machismo como un fenómeno interesante en otras culturas?. Resulta curioso ver la abundancia de eufemismos y cataplasmas cuando se trata de analizar el Islam. ¿Sería tolerable la existencia de un grupo dentro de un país democrático que impusiera la burka y la prohibición a las mujeres de recibir asistencia médica? Lo que ha fracasado es la postmodernidad.

En Internacional

    0
    comentarios