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García Gaztelu no sólo es el “número uno” real de Eta, es también el dirigente más sanguinario, el padre putativo de esta nueva Eta de jóvenes torpes y desquiciados, muy similares a los terroristas suicidas del terrorismo islámico. No sólo es el asesino material de Miguel Ángel Blanco, es también el que ha dado las órdenes de matar lo más posible a los dementes del comando Barcelona o del Andalucía o el que ordenó matar a “siete concejales” de Navarra a un terrorista al que detuvieron sacando la pistola.

Es muy difícil que la banda terrorista encuentre a una persona más deteriorada moralmente y con tal instinto de violencia. En ese sentido es un golpe muy fuerte a la banda terrorista, que ha tenido que echar mano últimamente a algunos dirigentes históricos –osea, viejos y ajados— para intentar recomponen su dirección. Pero García Gaztelu es, incluso dentro de Eta, punto y aparte, otra cosa, un burdo nivel extremo de psicopatía, un instinto necrófilo de matar al mayor número posible de seres humanos. Un personaje de Auschwitz o del Gulag, de esos a los que gustaría vivir en un universo de muertos.