Menú
Enrique de Diego

El nacionalismo es el conflicto

En el tupido bosque de los periclitados dogmas –estrictas estupideces- del nacionalismo, hay uno que se reitera con énfasis garbancero y que sería la justificación práctica de las paridas nazis del conjunto: hay un conflicto. El problema de los dogmáticos –y los nacionalistas vienen de colgar la sotana o de monagos- es que en vez de cuestionar sus ideas con espíritu crítico, a la vista de la realidad, tratan de conformar a ésta a sus tópicos de partida, a sus a prioris. Por eso son tan conflictivos.

Los nacionalistas han asesinado a casi un millar de personas inocentes para que ese dogma tenga virtualidad. Como ellos están instalados en el conflicto, tratan de promoverlo, sobre la vida de personas, que sólo han querido vivir en paz. En vez de tomar valerianas, pegan tiros en la nuca.

En el País Vasco, de hecho, no hay más conflicto real que el nacionalismo. No hay otra restricción de la libertad personal que la que provocan los nacionalistas, pues el terrorismo es nacionalista y forma parte de la estrategia común, como Ibarretxe acaba de mostrar sin ambages. Ahora el conflicto quiere liderarse desde el propio Gobierno vasco. En la tradición peneuvista, el gobierno quedaba como el ámbito de lo pragmático, de los pecados veniales, pero ahora Ibarretxe asume las esencias iluminadas, el cúmulo de prejuicios aldeanos. Éste Milosevic de pega, este Sharon de cuarta, y este Arafat con boina, se va a presentar en Europa a la búsqueda de su txoko, invadiendo Navarra y conquistando tres departamentos franceses, para imponer el euskera como única lengua, proscribir el castellano y eliminar moral, y por la experiencia, físicamente, a los constitucionalistas. Y como los demás son tontos, ante estas supremas inteligencias aranistas, detractoras del baile agarrao y partidarias de las leyes viejas, estos tertulianos del Ku Klux Klan euskérico piensan que los demás se van a dejar. Venga, hombre.

Por supuesto, en España la política ha sido el arte de ceder el máximo posible. Pero ya no queda nada que ceder. Ni los boinas rojas van a entrar en Madrid, porque eso ya no se lleva, sean cuales sean los traumas del exclaustrado Arzalluz.

Los nacionalistas van a crear un conflicto, para justificar su dogma. Pero no hay nada nuevo bajo el sol. El conflicto lo llevan generando irracionalmente durante décadas, incluso durante un siglo. ¿Cómo van a exportar los empresarios vascos del Euzkadi nazi de Ibarretxe? ¿Quién va a comprar los frigoríficos de la Corporación Mondragón? ¿O quién va a entrar a comprar en Eroski? El Grupo Correo en un editorial memorable ha calificado el zapatismo estulto de Ibarretxe de “error histórico”. Ya era hora. La sociedad civil vasca debe de una vez darse cuenta de que el conflicto es el nacionalismo, de que el País Vasco podría ser un lugar agradable sin los complejos de culpa de los inmaduros nacionalistas. Ha llegado el momento de decir de verdad basta ya a las chorradas nacionalistas. Con el imperio de la Ley y con toda la superioridad moral e intelectual, frente a quienes ni han asumido la Ilustración. Reaccionarios de siempre. Integristas de tomo y lomo. Folclóricos solidarios con sus matones. Porque los matones son nacionalistas, una ideología que chorrea sangre.

En Opinión