Menú
Enrique de Diego

El PNV, ¿capo de Batasuna?

Si en un hipotético país hubiera unos pistoleros que se dedicaran a amedrentar y asesinar a quienes están en la oposición y no atentaran nunca contra quienes están en el poder, habría que decir que no sólo coinciden en los fines, es que tienen las mismas ideas originarias. Si, además, estos últimos, los que detentan el poder, salieran en defensa de aquéllos y defendieran la curiosa tesis de que deben ser legales, en aras del rigor intelectual, de la sensatez y de la lógica, se concluiría que quienes detentan el poder son los jefes morales de tal mafia, que todo es una conspiración en la que los capos de hecho son quienes recogen las nueces.

En España, no. Tal obviedad no se reconoce, aunque el consejero de Justicia, sobre el cadáver caliente de una niña, salga en defensa de los pistoleros, pues éstos se han formado en Batasuna, que es una parte de Eta, ni más ni menos.

Cuando los nacionalistas protestan porque se les confunde con los asesinos y sus asesinatos, tratan de jugar con nuestros buenos sentimientos y desvirtuar nuestro espíritu crítico. Quienes decimos que es el nacionalismo el culpable de todas las muertes, de estos asesinatos execrables, y quienes sostenemos que en una hipótesis de independencia habría campos de exterminio, no implicamos a los nacionalistas, pero sí al nacionalismo, sobre la prueba concluyente de los asesinatos cometidos en su nombre.

Pero, además de la complicidad ideológica, del hecho de que los etarras beben en las fuentes originarias del PNV –una ideología racista, muy similar al Ku Klux Klan–, cada día tenemos más pruebas de que la complicidad es también moral, mediata y casi inmediata, pues de continuo se sale en defensa de los asesinos. Se protege constantemente a Batasuna, como si el terrorismo fuera un elemento clave para la estrategia... del PNV. El nacionalismo vasco es una ideología manchada de sangre inocente. Es una cultura de muerte que produce una mezcla de monstruos morales y de indigentes mentales, en la línea de los más chuscos integrismos.

Observamos que los obispos vascos defienden a los asesinos, contra las más elementales exigencias de la moral cristiana. Observamos que los responsables policiales nacionalistas no detienen a ningún terrorista nacionalista. La conclusión es muy clara: a Ibarretxe le conviene que otros hagan el juego sucio por él, que sigan matando. Si no, no se entienden las declaraciones abyectas de un Azkarraga o las estulticias constantes del amoral de Arzalluz o las lágrimas de cocodrilo de un Anasagasti. Ibarretxe gobierna sobre una montaña de cadáveres.

Temas

En España

    0
    comentarios