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El partido socialista está en quiebra. Lleva toda la vida. Ni con Filesa consiguió administrarse y cuadrar mínimamente las cuentas. Es, con mucho, el partido más endeudado: 56,45 millones de euros (9.933 millones de pesetas). Le sigue, curiosamente, el PSC, con 19,54 millones de euros (3.252 millones de pesetas). Ambas cifras han de sumarse para tener una idea de los manirrotos que son los socialistas: 13.185 millones de pesetas de déficit. Una empresa privada habría cerrado. Partidarios de la deuda pública, empiezan por ejercitar la deuda privada. Y eso que Bancos –Bilbao Vizcaya, Central Hispano– y diversas cajas controladas por el PSOE les “perdonan” créditos multimillonarios. Para sí quisieran los ciudadanos un trato “corrupto” como el que detecta el Tribunal de Cuentas. ¿Qué diferencia hay entre pagar un peaje a través de Filesa y perdonar un crédito? Dice el Tribunal de Cuentas que “se considera necesario disponer de una normativa expresa que contemple su autorización o prohibición y establezca el régimen al que, en su caso, debiera someterse”. Claro que en esta corrupción no tipificada lleva la delantera el PNV, al que sus cajas le perdonan todo lo habido y por haber. A pesar de ellos, los chicos de Arzalluz tienen una deuda pareja a la del Partido Popular.

Ninguno de los partidos se muestra como un buen gestor. Incluso ¡la UCD! tiene una deuda de 104 millones de pesetas, pero, sin duda, se lleva la palma el PSOE.

Decía Margaret Thatcher que un ama de casa, capaz de llevar la economía de su casa, lo es de gobernar una nación, pues, en su caso, sabe que ha de gastar menos de lo que ingresa. Según ese sensato paradigma, los dirigentes de los partidos no nos deberían gobernar, pero, en ningún caso, los socialistas. Antes deben mostrar que son capaces de administrar su casa, sin acudir ni a corruptelas con bancos y cajas, ni a corrupciones filésicas.

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