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Enrique de Diego

El retorno del estalinismo

En la Conferencia Política del PSOE los mayores aplausos fueron para Felipe González. Como lo políticamente correcto ha sido hasta ahora mimar al insustancial Zapatero, tanto el circuito interno de televisión como los medios en general ocultaron esa realidad. En la misma Conferencia todas y cada una de las innovaciones ideológicas presentadas por la dirección (la guardería en el argot guerrista), con ínfulas de renovación en una rueda de prensa previa en el Círculo de Bellas Artes, fueron sepultadas en un alud de enmiendas del más rancio conservadurismo de la izquierda como estupidez, o sea, como estatismo. En esa Conferencia, Zapatero entró con un “nuevo socialismo” y salió con “de nuevo, el socialismo”. La referencia a lo primero en el título de un reciente libro ha sido contestada por el leonés, insistiendo en el retorno lanar a las tablas.

Pero incluso eso de “de nuevo, socialismo” es una falacia, porque la izquierda históricamente ha tenido, en su mejor tradición, un componente cosmopolita, internacionalista. Y en el caso del PSOE, una identificación con el proyecto nacional que le salvó de la dependencia de Moscú y las Internacionales leninistas y estalinistas. La idea de la existencia de un derecho colectivo, de un principio totalitario, de autodeterminación, la subsiguiente de la existencia de movimientos de liberación nacional, pertenece al campo de la peor izquierda, la genocida de Lenin y Stalin. La deriva imparable que el socialismo viene sufriendo como mero pedúnculo de partidos nacionalistas, de corte ultraconservador cuando no fascista, es, desde luego, una recaída en el felipismo y una sumisión a los intereses económicos de un grupo mediático, unidos ambos por odios y resentimientos. Pero, en términos ideológicos, sublimando ese componente mezquino y mercantilista, una izquierda que aspira a hacer el juego sucio a los nacionalistas recupera señas de identidad que hunden sus raíces en el estalinismo.

El ejecutivo vasco actual, con Ibarretxe y Madrazo, dos progresistas a carta cabal, hubiera hecho las delicias de Stalin y su estrategia posibilista de frente popular. Que el PSOE esté apostando decididamente por esa línea no puede entenderse más que como una mezcla de despiste histórico, de ignorancia vencible y de instinto reaccionario. No han extraído lecciones del 11 de septiembre, porque ni tan siquiera lo han hecho de la caída del Muro de Berlín. Nacionalismo más socialismo es una mezcla con claros precedentes históricos.

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