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Enrique de Diego

El totalitarismo latente

La posible condena a muerte de cooperantes internacionales por el régimen tiránico de los talibanes bajo la acusación de propagar el cristianismo y con un crucifijo como cuerpo del delito nos pone ante la peor imagen del totalitarismo. Resulta asombroso que la comunidad internacional asista a esta terrible escenificación sin que, por ejemplo, la esperpéntica reunión de las ONG en Durban hayan emitido condena alguna. Mientras los cubanos son obligados a vivir en una situación infrahumana tanto económica como políticamente, sin que en Durban se haya condenado ese esclavismo actual. En Colombia las FARC han generado un estado terrorista que vive del narcotráfico y de la industria del secuestro sin que esté en marcha una intervención internacional que elimine tal riesgo para la seguridad y los derechos humanos.

El totalitarismo sigue siendo una amenaza latente, la diferencia es que ahora apenas si se condena o se tiene en cuenta como tal riesgo. Hay incluso un rebrote en el ámbito internacional de los antiguos totalitarios en nombre de lo políticamente correcto que lleva a considerar el integrismo islámico como un fenómeno del multiculturalismo, cuando es su enemigo más directo, pues pretende acabar con cualquier manifestación libre de cultura. O que rechaza el avance en el libre comercio que es la solución a los problemas acuciantes del tercer mundo.

Se dice poco, por no decir nada, que el fenómeno social actual de la inmigración es el efecto directo del fracaso del comunismo y de las políticas colectivistas en el tercer mundo. De forma que en vez de propugnar la liberalización y democratización de esos países se pretende, en nombre de esotéricos complejos de culpa, hacer transferencias de responsabilidad y promover nuevos enclaustramientos que pondrían en riesgo la supervivencia de los actuales niveles de población alcanzados. La inmigración es el producto de las mafias no de las pateras, sino de esas mafias totalitarias que oprimen y siguen oprimiendo al hombre, expoliando su libertad y negándoles toda capacidad de iniciativa que no sea la huída con riesgos físicos con balsas y barcos atestados.

El totalitarismo latente precisa una respuesta globalizada, una recuperación de los resortes morales de Occidente, que condicione la ayuda al avance en los derechos humanos y en procesos democratizadores. Cierta deriva del liberalismo hacia posiciones meramente economicistas puede haber coadyuvado a esta indiferencia hacia los reductos totalitarios. El totalitarismo precisa siempre una cierta comunidad moral de los hombres, pues allá donde existe pone en riesgo la libertad de todos y cada uno. Recuperar el aliento y el esfuerzo internacionales a favor de la libertad es la mejor solidaridad, la solidaridad en sentido pleno, al margen de utilizaciones perversas en nombre de las falsas morales de los tiranos, de los traficantes de almas y cuerpos modernos.

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