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Dice Aznar que estamos ante el reto ineludible de defender los valores de la Libertad. Y dice bien. En Ceuta y Melilla no está sucediendo eso. La quema y los ataques a iglesias cristianas, así como la profanación del cementerio judío, han recibido la respuesta papanatas y postmoderna que es propia de la ideología barata del antioccidentalismo con complejos de culpa. Los medios de comunicación han minimizado la cuestión. Ni columnistas ni editorialistas han prestado la más mínima atención. No se han producido las condenas habituales de los partidos, y mucho menos se ha dejado ver esa catarata de siglas contrarias a la xenofobia y el racismo. A buen seguro, la respuesta hubiera sido distinta si los ataques hubieran sido contra mezquitas. Hay una doble vara de medir que demuestra la debilidad actual de la adhesión a los valores occidentales de libertad.

La Delegación del Gobierno ha hecho una interpretación minimalista, entre la gamberrada y el riesgo contra la convivencia, no en términos de delito o de terrorismo. La reunión con los ulemas o mulás de las mezquitas es para nota, pues resulta difícil entender la representatividad de tales señores en una democracia. No me imagino al Delegado de Madrid reuniéndose con los párrocos. Tal reunión es entender las cuestiones en términos de comunidades, y la idea occidental de libertad personal es contradictoria con la existencia de comunidades yuxtapuestas, encerradas en sí mismas.

Aznar está dispuesto a defender los valores de la Libertad en Afganistán, pero flaquea en casa, en Ceuta y Melilla, donde se viene actuando con las altas dosis de estupidez que presiden estas patrañas multiculturalistas de la postmodernidad. En Ceuta y Melilla está en riesgo la Libertad, como lo está en el País Vasco.

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