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Enrique de Diego

Entre Auschwitz y el Gulag

Resulta manifiesto que la primera especie lanzada por el nacionalismo –la ilegalización de Batasuna no revestía ninguna importancia para los proetarras y no hacía otra cosa que fortalecerles- se ha demostrado falsa en muy poco tiempo. Batasuna viene mostrando signos crecientes de extraordinario nerviosismo. De la abyecta chulería de Arnaldo Otegi se ha pasado a su patente desquicie. Para el portavoz de ETA, ahora estamos ante “el genocidio de un pueblo”. Cualquier cosa menos restar importancia a la medida y felicitarse por ella. Este nerviosismo se ha hecho aún más intenso desde que Garzón ha acortado los plazos. Otegi recurre incluso a la historia. No es ésta buena señal. Suele ser frecuente en procesos de disforía o pérdida del sentido de la realidad. El portavoz etarra sale por el registro de Stalingrado -¿rescoldo de su estalinismo latente?- y se remonta a Primo de Rivera, lo cual es una novedad en el imaginario del terrorismo nacionalista.

El nacionalismo genera psicópatas y cínicos. Ambas características pueden darse en la misma persona, y ese hecho no es infrecuente. Genocidio es el que viene desarrollando, en la medida de sus fuerzas, la banda terrorista en la que milita y a la que sirve el vocero Otegi. Sin límites para su acción criminal. Asesinando a una niña de seis años o amenazando de muerte, con el estilo de los camisas pardas, a una concejala socialista utilizando como “mensajero” a su hijo de dos años. El proyecto etarra es una mezcla de Auschwitz y el Gulag, la quintaesencia del totalitarismo, la síntesis de la inmundicia.

La ilegalización de Batasuna no va a significar el final del terrorismo, ni a lo mejor es el principio del fin de la banda, basta simplemente con que los matones no puedan chulearse de las víctimas, no puedan amenazar en nombre de la libertad de expresión, ni financien sus fechorías en nombre de la libertad de asociación. Convendría que, al contrario de lo que ha venido sucediendo hasta ahora, que al margen de los intentos de socializar el dolor que perpetrará ETA, el Estado de Derecho tomara la iniciativa, sin retóricas y con hechos. Hay que oponerse al genocidio en marcha –había que haberlo hecho mucho antes-, que quieren llevar a cabo Arnaldo Otegi, Josu Ternera y sus “compañeros patriotas” con su dialéctica del tiro en la nuca y el coche bomba. Enrique de Diego.

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