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Enrique de Diego

Fanatismo musulmán, estupidez occidental

Los terroristas islámicos no actúan como efecto de la desesperación, sino del fanatismo. Es la entrada en el paraíso con un racimo de víctimas inocentes lo que se promete al palestino que ingresa en Hamas, la Jihad islámica o los mártires de Al Aqsa, organizaciones financiadas por las petromonarquías corruptas y por la desviación de los fondos de la Unión Europea. Aunque Yaser Arafat ha hecho cambios en su gobierno en la buena dirección, seguimos sin ver una sola noticia de detenciones de terroristas por parte de la Autoridad Nacional Palestina. Nos sorprendimos al saber que Sharon estaba en lo cierto cuando indicaba que Arafat no condenada los atentados. Lo hacía en inglés, para que no le entendiera nadie. ¡Cinismo completo! Y vimos que también Sharon llevaba razón cuando afirmaba que en el entorno de Arafat se encontraban los asesinos del ministro de Turismo.

El islamismo, el integrismo islámico, está produciendo los niveles mayores de barbarie desde el nazismo, y los grados más extremos de terrorismo. Esto afecta al propio sentido de la religión musulmana, que es la que se utiliza para justificar el asesinato de personas inocentes. Una buena parte de los muertos ayer eran escolares. Sorprende aún más que el fanatismo musulmán, la estupidez occidental. Ese relativismo moral que lleva a presentar como verdad la mentira, y el mal como bien, en nombre de una periclitada estética progre.

Ningún plan de paz, sin duda necesario, va a acabar con el terrorismo. Al igual que España tiene derecho a autodefenderse del terrorimo etarra, Israel –por encima y por debajo de Sharon– lo tiene para defenderse de este abyecto terrorismo genocida, de locos fanatizados en nombre de esa mezcla de política y religión que siempre ha sido letal a lo largo de la historia, y que es la gran amenaza de los valores occidentales, a los que Israel representa en la zona, como las Torres Gemelas y Nueva York los representaban en EEUU.

Ese terrorismo plantea el genocidio del pueblo israelí, del norteamericano y del español. Josep Piqué ha calificado de “odioso” el atentado. Es difícil qué ha querido decir este manojo de complejos de culpa. Se supone que todos los atentados son odiosos. Mucho más los que implican el desprecio de la vida humana, empezando por la del propio terrorista. Una buena parte de la responsabilidad de ese terrorismo la tiene la Unión Europea, que en Oriente Medio predica lo contrario de lo que practica en sus fronteras. Mientras tanto, tres terroristas, que invadieron la basílica de Belén, son mantenidos por Aznar con el dinero de los contribuyentes españoles.

Más que de tolerancia, se puede morir de estupidez, y la estupidez es ahora mismo el mal occidental por excelencia.

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