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La dirección nacional del PSOE respalda sin fisuras la postura del gobierno de Aragón, presidido por el socialista Marcelino Iglesias. Eso es bien sabido. Pero el PSOE es un partido nacional, que se presenta no sólo en Aragón, sino también en la Comunidad Valenciana. La postura de Zapatero puede recibir muchos aplausos en Aragón, pero está llamada a ser incomprendida en la Comunidad Valenciana, en la Murciana y en la provincia andaluza de Almería.

El PSPV (se denomina del país valenciano en vacuo homenaje a aquella quimera secesionista de los “países catalanes”) nada entre dos aguas. La dirección prefiere que pase la tormenta y hace referencias genéricas al consenso. En las instituciones en las que se ha sacado a votación el apoyo al Plan Hidrológico Nacional, los socialistas de la Comunidad Valenciana lo han hecho a favor. Unas declaraciones de Cristina Narbona contra el Plan Hidrológico porque favorece a “comunidades gobernadas por el PP” han sido recibidas con estupor en la Comunidad Valenciana.

Pero esta esquizofrenia, que amenaza con ser una grave factura si Zapatero no media, sería insostenible en el Parlamento nacional, donde es muy dudoso que los diputados socialistas levantinos o murcianos puedan votar lo mismo que los aragoneses o que ello no signifique un deterioro serio de las posiciones políticas en una Comunidad donde han ido en la última década de retroceso en retroceso electoral.

La cuestión de que Zapatero carece de proyecto nacional o que el PSOE es una confederación de partidos, una CEDA de izquierdas, tiene en la práctica serias consecuencias. Es el caso. Zaplana se dispone a tensar la cuerda para agrandar las fisuras y mostrar las contradicciones internas del PSOE, con el agua al fondo

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