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Enrique de Diego

Frentismo independentista

Con la correlación de fuerzas existente en el Parlamento vasco, lo lógico, lo sensato y lo democrático hubiera sido que el PNV hubiera pactado los Presupuestos con la oposición. Por encima incluso de los formalismos, esa forma de actuar hubiera demostrado una voluntad cierta de romper el frentismo, eufemismo tras el que se esconde la tentación totalitaria del nacionalismo denominado democrático o moderado, con todas las matizaciones que habría que hacer a tales adjetivos.

Sin embargo, esa negociación hubiera obligado a poner sobre el tapete el nada pequeño pesebre nacionalista sostenido por los fondos públicos; pesebre que linda e incluso entra dentro del campo de los proterroristas. Lejos de ello, el PNV se ha introducido en una modificación de las reglas del juego, mostrando un peligroso aspecto de concepción instrumental de la democracia. Pretender achacar a la oposición los errores propios es casi un instinto en el PNV, siempre incapaz de reconocer equivocaciones. Sobre todo es el intento de mantener la ficción de una victoria abrumadora en las elecciones autonómicas, que nunca se produjo, porque ello mantiene la quimera aún mayor de un deseo de la sociedad vasca por la independencia. Con los datos del 13 de mayo, el ejecutivo nacionalista no tiene capacidad de maniobra para ir hacia la secesión. No la tiene, ni tan siquiera, para aprobar los Presupuestos sin dar una imagen bananera y autoritaria.

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