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Enrique de Diego

Fuerza de interposición

Arafat tiene razón, aunque nadie parece hacerle caso. Cualquier solución al conflicto pasa por una fuerza internacional de interposición. Los términos diplomáticos en los que se plantea la vía de la solución no se corresponden con la realidad, aunque se repitan hasta la saciedad. Parece como si la diplomacia hubiera devenido en un club de relaciones públicas, cuyo fin fuera ocultar esa realidad que termina siempre traicionando a quienes la ignoran.

El conflicto israelí-palestino tiene bases religiosas y de historia reciente endiabladas. Ambos son incapaces de convivir. No tiene mucho sentido repetir hasta la saciedad que Israel tiene derecho a una existencia segura y los palestinos a un Estado viable. Ni es tampoco cierto que la cuestión se resuelva en una mesa de negociaciones, ni que sea imprescindible un alto el fuego. Negociaciones y altos el fuego ha habido muchos, que han ido estallando por atentados terroristas.

Es obvio que Arafat no tiene capacidad para comprometerse a un alto el fuego, porque no controla a grupos terroristas como Hamas y la Jihad. Siempre hay un extremista dispuesto a estallar con el máximo de inocentes. También lo hubo, judío, que asesinó a Rabin. El cielo se ha convertido en el sueño de los asesinos. Tampoco existe una frontera clara entre el Estado de Israel y el futuro Estado viable palestino porque, por ejemplo, hay colonias, sin entrar en la espinosa cuestión de Jerusalén.

Cuando dos se pegan, es preciso separarles, o ir a la dialéctica victoria-rendición. Israelíes y palestinos llevan tanto tiempo pegándose que eso de la mesa de negociaciones es una quimera. La cuestión es que esa fuerza de interposición, que reclama Arafat sin que nadie ni siquiera parezca tomar nota, podría convertirse en el objetivo de los terroristas. Y por eso nuestros Piqués y Solanas llegan y reparten palabras huecas, que se lleva el viento, los tanques o los cinturones de explosivos. La UE no puede aspirar a decidir los destinos de nada, cuando no está dispuesta a arriesgar.

La retórica se ha demostrado un caldo de cultivo para agudizar los conflictos y elevar exponencialmente el número de víctimas. O alguien se interpone, armado, y se exige que cese la financiación a todos los terrorismos, o la perversa lógica seguirá haciendo bueno que el conflicto puede empeorar.

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