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Enrique de Diego

Independencia igual a inicio del genocidio

El nacionalismo es una pseudoreligión, un dogmatismo. No admite, por tanto, el diálogo. La utilización abusiva de tal concepto sólo responde al viejo dicho de dime de qué presumes y te diré de qué careces. Quien haya tratado a nacionalistas durante un tiempo prolongado sabrá que no han cambiado un ápice en todo ese tiempo y nunca hay cesión en los fines.

Esta legislatura el objetivo es entrar en el falso paraíso de la independencia. Hay dos condiciones objetivas puestas en esa línea: la existencia de un partido minoritario como EA que precisa mostrarse como el detentador de las esencias y la avanzada edad de Arzalluz que le impulsa a no dilatar los tiempos para pasar a la historia como el padre fundador del Estado vasco. Esta reafirmación del frentismo, exacerbada con el rechazo a IU para formar parte del gobierno, precisa de la complicidad de Eta para generar un escenario falso de síndrome de Estocolmo en el que se identifique independencia con fin de la violencia.

Es decir, se precisa una tregua. ¿La habrá? Los últimos comunicados de Eta son una crítica constante al PNV. Hay una lucha de familia por el liderazgo que está perdiendo Eta, pero en la que no está dispuesta a ceder, y pasa por el irredentismo utópico de los siete territorios históricos. El escenario del PNV de una referéndum de independencia, sin Navarra ni los tres departamentos franceses, del País Vasco –que debería conllevar otros similares para la independencia de Álava o de Bilbao de la tiranía nacionalista- no es contemplado por Eta. El entendimiento de la complicidad gradualista parece difícil en el momento presente, pues para Eta sería adoptar una posición vicaria, menor y marginal, sea cual sea el fin de la historia.

Conviene precisar que la independencia en términos nacionalistas es un concepto ideológico, no administrativo, que constituye el punto de partida de la depuración ulterior para conseguir el vasco perfecto, sólo euskero parlante (de seguro se prohibiría utilizar el castellano), con exilios masivos, persecuciones, ejecuciones de disidentes y la extensión de una policía política nacionalista encargada de obtener la pureza étnica y cultural. La independencia no es la paz sino el comienzo del genocidio. Amén de la ruina económica. La independencia es el punto de partido de un vasto proceso de ingeniería social con los derechos humanos puestos en entredicho. ¿No hay ya más de ochocientas víctimas de esa utopía reaccionaria? ¿No se está atacando ya a las familias de los disidentes? El nacionalismo es la madre de todos los totalitarismos.


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