Al margen de sorpresas futuras, y de la posibilidad de que Cristóbal Montoro sea gafe (al menos, en lo referido a los secretarios de Hacienda) hasta el momento el enconamiento de Jiménez Villarejo contra Rodríguez Ponga no parece justificado, y sugiere una intencionalidad política en el fiscal anticorrupción, más allá del celo natural. Los lazos familiares con Trinidad Jiménez, presentada como la gran baza del equipo Zapatero para las elecciones municipales, alimenta de manera muy destacada la lógica sospecha.
De hecho, esta derivación política, hasta el momento, está sirviendo más para confundir que para aclarar. Lo más llamativo de todo es que la Banca española, por criterios gremiales, sea un factor de desestabilización de la democracia en Iberoamérica y una corruptora en altas dimensiones. Que se exporte la corrupción política, fomentando los programas populistas, reviste una sustancial gravedad
Tampoco ayudan a la transparencia las referencias del PP a las cuentas de González, sin hacerlas públicas. Lamentablemente, González es, en cuestiones éticas, incluso en la evidencia, un tabú, que cuestiona en sí el principio de igualdad de todos ante la Ley.
Es un principio conservador el subliminal mensaje de la estabilidad del sistema financiero, porque es cuestión menor al lado de la defensa de la libertad en una zona tan sensible como Iberoamérica. Y convendría debatir sobre si es conveniente una fiscalía anticorrupción o el trabajo anticorrupción de la fiscalía y el corolario de si Jiménez Villarejo, con tales connotaciones familiares, el más indicado para transmitir una imagen de neutralidad.
En Opinión
Servicios
- Radarbot
- Libro