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La Ertzaintza no es más eficaz porque no quiere o porque no la dejan. En los últimos tiempos ha demostrado que, sin órdenes de que se inhiba, puede y sabe serlo mucho. En muy poco tiempo detuvo a los asesinos de su compañero y protagonizó un espectacular servicio de rescate de Román Sudupe, dentro de un amplio despliegue de protección a cargos nacionalistas alrededor de la boda del hijo de Xabier Arzalluz.

De hecho, el terrorismo no puede combatirse sin el concurso de la Ertzaintza y sin una medida tan conveniente como la propuesta por Mayor Oreja: el establecimiento de una policía de barrio o de proximidad que recupere la calle. Es lo que muchos entendemos como la “solución policial” tan manipuladamente denostada por el nacionalismo. La recuperación de la calle para el disfrute de los derechos y libertades de los contribuyentes. La convivencia sin riesgo físico para las vidas. La posibilidad de que los representantes populares no tengan que llevar escolta sino que las medidas de seguridad sean las que tengan que adoptar los delincuentes.

De hecho, la Ertzaintza se creó porque se dijo y se entendió que sería más eficaz para esa misión y para acabar con el terrorismo. No ha sido así por mediatización política, pues ahora mismo la policía autónoma está básicamente al servicio del PNV y no de todos los ciudadanos. Una policía de proximidad haría imposible la kale borroka y a medio plazo agostaría el canal de leva de la banda terrorista, que con la pinza de la colaboración francesa no podría contar ni preparar a nuevos militantes, que ahora se educan en la violencia callejera, en el terrorismo cotidiano.

De hecho, el Ministerio del Interior no tiene capacidad, por delegación de funciones, por transferencia de competencias, de velar por la seguridad de los ciudadanos en muchas zonas del País Vasco, que dependen del gobierno vasco y de la ertzaintza, y donde Ajuria Enea ha establecido una postura de inhibición. La “solución policial”, en ese sentido, no es negociable. Es el mínimo de un Estado de Derecho.

Las policías se han creado para que haya seguridad en las calles. Mayor Oreja demuestra por enésima vez que tiene las ideas claras y soluciones que por su obviedad están en el mismo núcleo de una paz auténtica sin chantajes. La calle no tienen por qué recuperarla los ciudadanos mediante las movilizaciones en un ejercicio de heroísmo. Esa es misión de la policía. Para eso pagan los ciudadanos sus impuestos. El País Vasco no necesita más nacionalismo; antes de todo, precisa más sentido común.

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