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Enrique de Diego

La independencia como objetivo

Lea La conspiración, 1

La mendaz y catastrofista lectura “madrileña” de los resultados vascos –condicionada por intereses económicos en algunos casos y por atávicas tendencias oportunistas en otros– es la exhibición de un síndrome de Estocolmo moral y una contribución al intento que el PNV ha puesto en marcha de provocar la desmovilización constitucionalista, en la línea de la cruzada lanzada, con groseras insinuaciones propias de la desinformación totalitaria, por Arzalluz y Anasagasti contra las asociaciones pacifistas relacionadas con las víctimas.

Resulta chocante hasta qué punto, en la materia, se confunden los deseos con la realidad. El objetivo del PNV no es el federalismo asimétrico, sino la independencia. Sobre eso no engañan, aunque a muchos les gusta autoengañarse. Ese objetivo está explicitado en el programa electoral para esta legislatura y hay condiciones objetivas, al margen de las buenas intenciones de Ibarretxe, que dificultan a los nacionalistas sustraerse a ese designio radical, entre otras el hecho de que tal criterio, introducido por EA en el programa, forma parte de un pacto de legislatura previo a cualquier otro. Otra, que Eta se erija en representante de los votos trasvasados o sitúe al PNV en el papel de “traidor”.

Tal esquema lleva tiempo funcionando. Los últimos intentos de Xabier Arzalluz de marcar como objetivos a otros, más parecen el intento de desviar el punto de mira, pues el PNV ha sido de forma clara el “enemigo” de Eta en las urnas, ya que hacia él han ido los votos “robados” a Eh, y vaciar a ese partido sigue siendo el objetivo de Arzalluz, pues no puede crecer en ninguna otra dirección. Quizás el hecho, aunque menor, más simbólico haya sido el que los radicales hayan embadurnado en fechas postelectorales de pintura roja y amarilla una sede del PNV.

Entre las falacias puestas en circulación está la de que los partidos constitucionalistas forzaron unas elecciones precipitadas. Nada más lejos de la realidad. Al margen de intenciones, presiones y mociones, la relación causa-efecto está clara y no es otra que el abandono por Eh de las instituciones parlamentarias y por ende del pacto de gobierno. La idea del “árbol y las nueces”, tan relativista, es una engañifa, pues Arzalluz no sólo no manda en Eta sino que desde hace tiempo existe una soterrada disputa de familia –Caín y Ábel–, cuyo desenlace trágico empieza a temerse en el PNV.

Como movimiento totalitario, Eta tiene vocación de partido único y precisa eliminar competidores en su ámbito, pues no ha salido del esquema marxista-leninista de vanguardia revolucionaria. Nada más manipulado que la subliminal identificación entre paz e independencia, pues en el esquema etarra es un proceso cíclico, dialéctico, que por supuesto incluye a los siete territorios históricos (como sucede en el PNV).

A pesar de los gestos “moderados” de Ibarretxe, nunca ha habido menos condiciones para los partidos constitucionalistas como en el momento actual para un pacto sin reservas (al margen de las estrategias a corto y el interés en no mostrarse como intransigentes ante un taumatúrgico y difuso “diálogo”), cuando la prudencia exige esperar a ver las intenciones del PNV y desactivar la propuesta autodeterminadora, la madre del conflicto y su intensificación.

Mientras en el Gobierno de la nación haya un partido que gobierna con mayoría absoluta y que rechaza tal deriva de la situación, tal “rendición”, el PNV no puede dar pasos irreversibles en el conflicto. Es decir, el claro Rubicón de una legislatura marcada por la cuestión vasca, y con el objetivo declarado de la independencia, está en las elecciones generales y en la posibilidad de que acceda al poder un PSOE sin proyecto nacional, dispuesto a reformar la Constitución para desmembrar España, en pacto con los partidos nacionalistas. No ver esto es querer ponerse la venda en los ojos, y por supuesto negar la realidad de los datos electorales, ninguneando el ascenso constitucionalista, como premisa previa para generar una derrota virtual inexistente para romper España como ámbito de libertades y de pluralidad.

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