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Enrique de Diego

La izquierda como ficción

Francia es la patria de la izquierda antiglobalizadora, del grupo Atac, el terrorista Bove y la tasa Tobin. De este turismo de manifestaciones en el que los mismos niños ricos van de un lado a otro con la cantinela de sus propuestas fracasadas. Nada refleja mejor la distancia entre el discurso oficial de la nomenklatura –el común de los medios, todos o casi todos los docentes- que este abrumador descalabro de la izquierda francesa, el último reducto de las esencias, convertida en una ficción electoral, con el primer ministro Lionel Jospin noqueado en la lona en la primera vuelta, y con el PCF prácticamente desaparecido. ¿No se estaba revitalizando la izquierda? ¿no estaba todos los días en los telediarios, ora asaltando entidades bancarias, ora predicando que “otro mundo es posible”? He aquí que la izquierda ni tan siquiera existe.

Hay algunas explicaciones de matiz para el descalabro como una abstención más elevada o la presentación de una multitud de candidatos, provocando la dispersión del voto. Pero no alcanzan a explicar el meollo de la cuestión, porque los resultados ofrecen un balance de desastre. Buscando las esencias, la izquierda ha perdido el sentido de la realidad, se ha instalado en las ficciones de grupos extremistas, con propuestas que hace unas décadas podían sonar a utópicas, pero hoy en día no sólo están gastadas, presentan un horizonte delirante.

En contra de los tópicos sociológicos, la extrema derecha cosecha sus votos en la izquierda. A la espera de estudios pormenorizados, Le Pen es un fenómeno de los cinturones industriales de las ciudades, donde la inseguridad ciudadana y los problemas de una emigración multiculturalista son mayores. La izquierda del hijab, proArafat, políticamente correcta, ha recuperado un sentido dogmático invertido: rechaza hablar de la realidad. La extrema derecha sí habla de problemas reales, aunque sus soluciones sean abyectas. Son problemas que afectan, sobre todo, a votantes de izquierdas. Y no sólo los extremos se tocan, es que Le Pen es, en buena medida, la “izquierda” francesa. De hecho, en la más genuina tradición de la extrema derecha, Le Pen se ha presentado como un socialista, como un nacional-socialista.

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