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Enrique de Diego

La ONU es capaz de estropearlo todo

La ONU fracasó en Ruanda, donde el dogma del racismo como mal exclusivo de los blancos motivó la parálisis frente al genocidio de los tutsis a manos de los hutus. La ONU fracasó en Bosnia, donde los cascos azules hicieron de policías de tráfico para descongestionar los caminos a favor de los verdugos. Srebrenica es un jalón de la complicidad en los genocidios de Naciones Unidas, una de las organizaciones más letales en las últimas décadas, cuyo proceso de descolonización dejó chiquito en tragedias al cúmulo de errores de la colonización. La ONU fracasó en Somalia, donde, sin ningún proyecto político, las fuerzas multinacionales terminaron enzarzadas en las venganzas de los señores de la guerra.

La ONU puede estropearlo todo en Afganistán. Los principios parecen adecuados: gobierno multiétnico y ayuda humanitaria, pero tiene ese tono de colonialismo tecnocrático de la institución, que acaba de ser favorecida por los premios que el inventor de la dinamita instituyó. Las tesis aprobadas por el Consejo de Seguridad no hacen examen de conciencia de los errores cometidos en Afganistán por la ONU, donde se mantuvo la ayuda en todo momento — a pesar de las gravísimas lesiones a los derechos humanos$#151; y donde la burka fue englobada en el respeto a las peculiaridades culturales. La ONU mantuvo el mito del buen salvaje talibán, mientras la Alianza del Norte es de continuo diabolizada.

En esta competencia desbocada por la ignorancia mediática —se salvan las crónicas de Enrique Serbeto en ABC— ayer, una televisión próxima al PP especulaba con que el refugio en las montañas fuera letal para los aliados, como demostraron los talibán en su lucha contra Rusia. Todavía no saben que los talibán no lucharon contra nadie. El héroe de la lucha contra la URSS fue Masud, vilmente asesinado por ese “pobre hombre” de Osama Ben Laden).

Hay que poner en cuestión la ayuda humanitaria de la ONU por sus efectos perversos. No hay ninguna nación sobre la que haya recaído tan benéfica forma de actuar, que haya luego levantado cabeza. Ahmed Rasid, en su libro Los talibán, señala que esa ayuda sólo ha servido para perpetuar la guerra civil, armar a los señores de la guerra y sostener a los talibán. La ayuda humanitaria de la ONU es el peor colonialismo: supone la destrucción de todo el tejido productivo en las zonas donde los bien pagados burócratas establecen un verdadero dumping con los productos gratis que reciben para distribuir.

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