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Enrique de Diego

La oposición corruptible

Uno de los más graves problemas de la democracia española es la insustancial levedad de la oposición, su carácter corruptible y chantajeable, porque entre las corrupciones pasadas y las presentes, entre el chavismo y la estela de los antiguos hombres de Interior, al PSOE se le calla la boca con facilidad. Eso hace, como consecuencia indirecta, que la oposición en sí permanezca en el ámbito de los medios de comunicación.

No sólo el entorno de Chaves, y ese submundo mediático de los gabinetes de comunicación, análisis y humos varios con dinero negro en este caso, también el pozo sin fondo –y nunca mejor dicho– de los fondos reservados está también entre las pistas sólidas y los comentarios frecuentes en relación con Gescartera. De esta forma, las cacerías políticas de la oposición siempre o casi siempre terminan mostrando el déficit de renovación, el absurdo de reivindicar el felipismo y la inmoralidad de que personas como Manuel Chaves, con su Prensa Sur y sus deudas condonadas, sigan en la vida pública. Lo malo es que el ventilador sigue siendo una estrategia que consigue réditos y da en la diana. Lo malo es la sensación de impunidad que en la población existe respecto a la corrupción, salvo el caso emblemático de Luis Roldán, casi la excepción que confirma una regla abrumadora.

De esta forma, el PP calla al PSOE y el PSOE existe como oposición en entredicho. No es raro que, bien valorado Zapatero, los socialistas se estanquen y bajen, porque Zapatero ha asumido en demasía el papel de director comercial de la vieja guardia. Pero este mal de muchos puede ser en sentido pleno un consuelo de tontos. Por ejemplo, que la Comisión Nacional del Mercado de Valores adoptara por unanimidad la decisión de no intervenir Gescartera no exime de responsabilidad a cada uno de los miembros del Consejo de Administración, como se pretende, sino que la extiende a todos. El PP puede mirar hacia el PSOE, pero el caiga quien caiga no puede ser sólo ver la paja y la viga en los ojos ajenos, sino eliminar las suyas, y más aún iniciar una regeneración política para que la democracia española deje de vivir del escándalo al sobresalto, de la estafa al ninguneo, para que no concluya en el todos son iguales.

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