Mal deben ver las cosas las huestes de Polanco en su afán por conseguir la cabeza de Redondo cuando han de recurrir al juego sucio en niveles superlativos. Estamos asistiendo en los últimos tiempos, desde diversos frentes, a la degradación del periodismo como mero instrumento de presión a favor de la cuenta de resultados y parcelas de poder personales; a la perversión del periodismo de investigación devenido en dossiers para ajustes de cuentas. Dentro de ese esquema el polanquismo radiofónico no ha tenido ningún rubor en quitarse la careta y asumir el liderazgo de la operación de acoso contra Nicolás Redondo, intensificando el proceso de suplantación del partido socialista, lo que, en buena lógica, debería conducir a que en las próximas primarias se presentaran Felipe González y Juan Luis Cebrián o en confrontación amigable o formando tándem.
La “revelación” sobre Nicolás Redondo parte de la premisa máxima en el chusco doctrinarismo polanquista: el odio al PP y a Aznar está por encima de cualquier otra consideración, como los derechos humanos, la libertad personal, el Estado de Derecho o la unidad nacional. Reunirse con Aznar es un pecado mortal, aunque fuera del conocimiento de Zapatero, que es por quien en realidad doblan las campanas de esta etapa terminal del felipismo y el polanquismo, aparente proyección, a lo Clausewitz, en términos morales, del terrorismo de Estado por otros medios.
Lo sorprendente es que no produzca escándalo en el PSOE que el alcalde de San Sebastián conceda entrevistas a Gara, desde donde se han celebrado los asesinatos de sus compañeros de partido, ni que propugne la independencia del País Vasco sin que ello signifique la expulsión de un partido presuntamente nacional en sus siglas. Dice Odón Elorza que concibe “el autogobierno no sólo como un derecho del pueblo vasco, sino también como un instrumento para avanzar en clave social”. Autogobierno es eufemismo sinónimo de independencia.
Dejo al margen, para mejor ocasión, la ristra de estupideces colectivistas y antropomórficas en la que se da carta de naturaleza personal dotada de derechos a un ente abstracto e inexistente como “pueblo”, para quedarme en el hecho de que en el PSOE el debate llega hasta la defensa de la independencia del País Vasco. Eso puede ser una muestra de pluralismo, pero es sobre todo un vaciamiento ideológico, una falta de sentido común, un despiste histórico. Lo que dice Elorza es cien por cien Madrazo, y noventa y nueve Arzalluz. Habría que preguntar para qué se presenta el PSOE a unas elecciones generales, y si Prisa es una “multinacional” sin más proyecto que el enriquecimiento de sus gestores muchos de ellos provenientes del franquismo que no repara en el delito moral clásico de lesa majestad. Esta sería la perversión última de la izquierda.
Todos los derechos reservados
!-->