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Enrique de Diego

La respuesta de las urnas

La hipótesis de que Eta ha asesinado a Máximo Casado en respuesta a la manifestación de Bilbao tiene soporte en la cronología, pero no es más que una voluntariosa introspección en la tortuosa mente de la hiena. Otros asesinatos se han producido sin conexión con evento alguno, sin más sentido que matar a la víctima y amedrentar al resto de los ciudadanos, que es el sentido de la respuesta permanente del terror. En otro caso, y a tenor de la paráfrasis de declaraciones pretéritas de líderes nacionalistas, habría que considerar la manifestación, por extemporánea, como una provocación.

Por los datos con los que contamos, el asesinato de Máximo Casado es la culminación de una serie de amenazas, coacciones y atentados de “baja intensidad”, ante los que la Policía autónoma vasca no ha hecho prácticamente nada. Ese sí es un grave problema que detectó Fernando Buesa y merecería una manifestación del vergonzante Rodríguez Zapatero.

La idea tan extendida de la movilización, a la que se sumó también Aznar en imitación de Belgrado, no pertenece al momento presente. La movilización plebiscitaria de rechazo del terrorismo se produjo ya con motivo de las cuarenta y ocho horas de ultimátum, tortura y asesinato de Miguel Ángel Blanco. El PNV acudió presuroso en ayuda de Eta y esta prórroga de asesinatos es la consecuencia de esa complicidad. La unidad de los demócratas no pasa ya por la movilización, sino por el fortalecimiento del Estado de Derecho y por la convocatoria de elecciones en el País Vasco que permitan la existencia de un nuevo gobierno con capacidad para enfrentarse al terrorismo.

Pretender que los aliados de ayer de la hiena como Xabier Arzalluz y Juan José Ibarretxe pueden ser los líderes de la unidad de los demócratas es uno de los errores más graves que ha cometido el PSOE en su historia reciente, y una quiebra de la credibilidad de Rodríguez Zapatero, que ha inventado la manifestación a disgusto, a la que uno asiste, pero sin querer salir en la foto, y menos al lado de los convocantes.

No se entiende, en aras de ese necesario reforzamiento del Estado de Derecho, cómo el PP ha abandonado una de sus propuestas más respaldadas como el cumplimiento íntegro de las penas por los terroristas, y lo ha hecho además cuando cuenta con mayoría absoluta. Menos se entiende, por supuesto, el seguidismo actual del PSOE respecto al PNV, aunque responde a una extensa tradición, en la que como comparsa siempre ha compartido la responsabilidad por las políticas lingüísticas y culturales en las que se ha formado la nueva generación de psicópatas de Eta. Sólo generar una alternativa constitucionalista introduce alguna novedad a esa perversa tradición que inició José María Benegas presidiendo manifestaciones por la autodeterminación y la anexión de Navarra al comienzo de la transición, y a la que ahora se ha sumado Rodríguez Zapatero como el último de la fila.

“Eta se ha quedado sola”, ha dicho Ibarretxe, como mero eco de frases idénticas expresadas por José Antonio Ardanza, Xabier Arzalluz, Iñaki Anasagasti y Joseba Egibar con motivo del asesinato de Miguel Ángel Blanco. Para saber si Eta se ha quedado sola, y el respaldo con el que cuenta ahora mismo el lehendakari, en democracia no hay mejor movilización que la de las urnas.

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