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Enrique de Diego

La sentencia de la secta

La expulsión de Emilio Guevara del PNV muestra la idea de la democracia que tiene Xabier Arzalluz. Si se añade que el exjesuíta fue el primero en dar la consigna de la conveniencia de que Nicolás Redondo abandonara la vida pública, puede entenderse cuál es su criterio respecto al discrepante, tanto dentro como fuera del partido. Emilio Guevara no va a recurrir la sentencia porque dentro del PNV no hay garantías. Con metáfora poco estética, el presidente del PNV calificó a los que no estaban de acuerdo con él de “michelines”. Por los precedentes, incluso se pensó que los estaba marcando o poco menos. De hecho, ese tipo de rumor es recurrente y siempre se refiere a nacionalistas críticos.

La sentencia es propia de una secta mucho más que de un partido, porque Guevara no decía otra cosa que obviedades y verdades del barquero, respecto a que el fundamentalismo nacionalista –proyección de complejos de culpa religiosos– estaba fragmentando a la sociedad. Eso es muy notorio en Álava, donde Guevara fue presidente de la Diputación, y donde el nacionalismo no ha hecho otra cosa que reducir su presencia electoral, convocatoria tras convocatoria. Si por decir la verdad se expulsa del PNV es que ese partido se ha instalado en la mentira. El caso Guevara es una demostración de que los constitucionalistas son el seguro de la libertad... de todos, incluidos los nacionalistas y que la construcción nacional es un proyecto totalitario para cualquier discrepante en fondo o forma.


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