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Enrique de Diego

La toma de Bergara o las nueces del árbol de Gernika

La toma de Bergara ejemplifica en niveles de guerrilla urbana que el País Vasco tiene un serio problema de seguridad ciudadana, y no un riesgo para el autogobierno. El PNV mintió en la reciente campaña electoral. Es uno de los aspectos que convierte su victoria en pírrica. Muestra, además, que la apócrifa frase de Arzalluz sobre el árbol y las nueces es un voluntarismo peneuvista. Eta no acepta tal reparto de funciones: quiere zarandear el árbol y monopolizar las nueces. Mintió el PNV cuando amenazó con más violencia terrorista si Jaime Mayor Oreja accedía a Ajuria Enea, porque esa posibilidad es ajena a los deseos ocultos de Sabin Etxea. Entrando en el redil de EH, el PNV ha ganado la pugna interna de familia –no la de la integración, puesto que los constitucionalistas han crecido en niveles históricos, a pesar de la histeria patria–, pero se ha situado en la posición de enemigo iniciada cuando Eh abandonó el Parlamento vasco, forzando elecciones anticipadas. Es falsa otra de las curiosas tesis de Arzalluz: los fines de PNV y Eta son los mismos o su hecho fundacional es idéntico, porque los modelos de sociedad son diversos, entre la Arcadia rural y burguesa, y la nostalgia cubana o el socialismo o muerte.

El conjunto de todas estas falsedades culmina en la premisa mayor: la independencia es la paz, porque los fines comunes se habrían cumplido. Grosero síndrome de Estocolmo colectivo, que pasaría por una tregua de Eta para ir a un referéndum de independencia. La independencia no es más que el paso para la construcción nacional, para el proyecto totalitario, el punto de no retorno para la violencia en niveles genocidas, para la guerra civil que simboliza la toma de Bergara. Es la idea de España como sociedad abierta y Estado de Derecho la que ha permitido la supervivencia del País Vasco como habitat moderno y civilizado frente a la barbarie, jugando el PNV a centro conservador.

Se ha roto la ficción de que la violencia sólo amenaza a una parte de la sociedad como reclamación al egoísmo del resto. El asesinato de Santiago Oleaga y la toma de Bergara muestran que ha empezado una nueva etapa, tras el fracaso electoral del nacionalismo (reducido en sus dimensiones y con un diputado menos): como vanguardia leninista, la banda terrorista no asume el liderazgo nacionalista del PNV, no es su fuerza cipaya. Ibarretxe está mal preparado, tras el bienio de componenda, para recuperar policialmente la calle, porque tal criterio de sentido común ha sido diabolizado como “solución policial” para esconder lo que es el miedo atávico de los nacionalistas al alien que salió de su seno.

A pesar del intento de suicidio virtual de España, perpetrado en Madrid en la noche del 13 de mayo, y el mentecato intento de ajuste de cuentas cebrianita contra los que defienden la libertad con riesgo de sus vidas, la realidad electoral se va abriendo paso: Ibarretxe tiene menos capacidad de maniobra que en la pasada legislatura, Madrazo ha dado un golpe letal a IU como proyecto y el futuro gobierno vasco no se podrá esconder tras la retórica sino asumir que al árbol al que atiza Eta es al de Gernika y quiere todas las nueces, incluidas las nacionalistas. Para ese escenario, Balza es un lastre, un cegato policía organizando el tráfico entre una lluvia de cócteles molotov.

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