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Enrique de Diego

La voz del verdugo, la tentación del diablo

Los nazis practicaban sus genocidios con un secretismo obsesivo. La psicopatología etarra es exhibicionista. Como esos asesinos en serie que matan prostitutas, los verdugos del terrorismo nacionalista pretenden darnos lecciones de moral a través de las víctimas, con desprecio añadido a su sacrificio. Estos talibanes del nacionalismo nos explican por qué matan primero a unos y dejan al resto para después. E incluso hay algún “error”, irreversible y “disculpable”, pues ellos son los inquisidores del infierno totalitario.

En este akelarre de morgue, los etarras muestran cómo el asesinato descerebra al verdugo. No sólo dejan en ridículo a Eh –sus mamporreros– también rechazan toda autocrítica, pues son los puros. No perciben el claro rechazo de las urnas a la violencia, sino que consideran “sus votos” como prestados al PNV. Toda la reflexión se centra en este partido. La oferta es una nueva tentación del diablo: la prioridad no es acabar con la violencia, sino incrementarla acelerando Lizarra hacia la soberanía. ¿Quién identifica nacionalismo con violencia? ¿Quién diaboliza al nacionalismo? Eta, con las entendederas ahítas de sangre. Pero la tentación estará ahí toda la legislatura.