Menú
Enrique de Diego

Legitimidad de origen y de ejercicio

El terrorismo en Oriente Medio no ha descendido sino que se ha incrementado en la medida en que se desarrolló el proceso de la Autoridad Nacional Palestina. A ella fueron con generosidad las ayudas de los fondos públicos europeos, como siempre, sin condiciones. También, sobre todo a los grupos integristas, desde las corruptas e integristas petromonarquías.

Al margen de cualquier análisis histórico, con las posibilidades que la historia tiene para ser cajón de sastre, las soluciones deben adecuarse a la realidad, al campo de lo posible. Es lo contrario de lo que hace y pretende el integrismo. Se quiera ver o no la causa palestina y la Autoridad Nacional Palestina –al margen, y a pesar, de su buena prensa– como tal desde hace tiempo han hecho una apuesta por el integrismo, que ha ido corrompiendo a sus dirigentes. Gilles Kepel, uno de los más reputados especialistas en el mundo islámico, da el dato de que las fuertes subvenciones de Kuwait (la monarquía feudal por la que se luchó sin exigencias democráticas) han financiado sistemáticamente a Hamas en mucha mayor medida que la OLP.

Las declaraciones de Arafat, con su reivindicación de shaid, del martirio, son las propias de un integrista. Su concepto de martirio no es el cristiano. En esa religión sumamente intransigente, y en el contexto histórico actual, se sitúa en el plano de lo superlativamente terrorista. De ese terrorismo indiscriminado del suicida. Arafat ha reivindicado los diversos atentados terroristas.

La retórica diplomática (la continuación de la estupidez por otros medios, desde que tengo uso de razón no recuerdo que los diplomáticos o la ONU hayan resuelto nada) de un Israel con fronteras seguras y un Estado palestino viable oculta datos básicos de la realidad. El integrismo (también lo hay judío, asesinó a Samir) no conoce otro designio que el genocidio.

Yaser Arafat, a pesar de su notorio pasado terrorista, tiene legitimidad de origen, pero, por ejemplo, cada día se nos informa de que existe un “brazo armado” de Al Fatah que se llama Los mártires Al Aqsa, y que practica el terrorismo indiscriminado suicida, bajo el principio de responsabilidad colectiva, típicamente totalitario. La Autoridad Nacional Palestina no sólo no ha sido capaz de frenar el terrorismo, sino que la evidencia es que de manera constante ha sido incapaz de mantener el orden público y hay serias sospechas de que su entramado ha alentado los atentados. Hay milicianos y canteras terroristas. Cuanto menos, el embrión de Estado no mantiene para nada el principio de monopolio de la violencia.

Los suicidas simbolizan la pulsión hacia el suicidio general que representa el integrismo. Cada paso negociador en el pasado ha provocado una escalada terrorista. Aquí y ahora, ¿qué Estado tendría que mantener una actitud meramente defensiva mientras en los grandes almacenes, los restaurantes, los hospitales se perpetran auténticas masacres contra sus ciudadanos? Resulta curioso cómo en este caso los principios que valen para todos se trastocan. ¿Antisemitismo latente? Mientras el terrorismo quita la razón en cualquier otra parte, aquí se presenta como efecto de la desesperación. Se justifica (¿por qué emitir el vídeo de un etarra sería apología del terrorismo y la televisión pública reproduce esa excentricidad vanidosa de los patentes asesinos integristas?).

Sobre el terreno sólo hay dos propuestas. La que gana terreno entre los ciudadanos de Israel, que pasa por un muro de separación y medidas de expulsión de sus ciudadanos árabes, con los que se mimetizan los terroristas; una corrupción indudable de su Estado de Derecho. O una fuerza de interposición internacional que cree condiciones previas para un acuerdo real: erradicación del terrorismo y, por ende, de las represalias.

La carta blanca dada a Arafat por la Unión Europea ha sido uno de los más crasos e incoherentes errores. Forma parte de la incomprensión, la ignorancia y la vista gorda hacia el integrismo islámico, esa execrable manifestación de los complejos de inferioridad de un mundo que se ha quedado anclado en el tiempo por el anquilosamiento de su intransigencia religiosa. El auténtico riesgo totalitario del momento. Jugar con la latente amenaza de un estallido integrista general, es un chantaje que llega tarde desde el 11 de septiembre. Se ha abandonado a los laicos y a los demócratas del mundo árabe y se respalda a los integristas.

En Opinión