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Enrique de Diego

Listas abiertas frente a democracia paritaria

La decisión de José Bono de impulsar una reforma legal por la que los partidos políticos estarían obligados a presentar el mismo número de varones que de mujeres ha levantado una falsa polémica. Es decir, no ha levantado polémica. Este tipo de falacias políticamente correctas suelen ser generalmente aplaudidas, al margen de su consistencia, por la confusión que generan entre la ética y la estética. Se supone que es una medida contra la discriminación de la mujer y sentado el principio, sea cual sean sus consecuencias prácticas, la buena intención elimina el espíritu crítico.

Uno de los escasos argumentos aducidos en contra –al margen, de una presunta ilegalidad al imponer un criterio político a todos– es que las mujeres serían elegidas para las listas más por criterio de sexo que por méritos propios. Pero ese argumento es válido, en la misma medida, para los varones. En nuestras instituciones parlamentarias, hoy en día, hay un elevado porcentaje de parlamentarios, por encima del 50%, que no hacen más que darle a la llave. Tal forma de actuar es impulsada por los partidos políticos para que sus cúpulas puedan trabajar, respaldados por un simple coro. Nos encontramos, pues, con que una medida beneficiosa sería reducir el número de los parlamentarios. Nuestros políticos probablemente están mal pagados, pero son muchos.

La democracia paritaria no tiene tanta racionalidad como parece en un principio. Al parecer, las mujeres son el 52% de la población, por lo que no se entiende, salvo desde la arbitrariedad, por qué se las va a discriminar en ese 2%. Lo lógico sería que en las listas fueran un 52% de mujeres y un 48% de varones. Pero esa no es la única discriminación práctica que existe en las listas electorales. Hay, por ejemplo, muchos más licenciados en Derecho de los que existen en la media poblacional, por lo que debería evitarse esa sobredimensión, mediante correcciones que establezcan una representación paritaria, sociológicamente equilibrada, de las diferentes licenciaturas. Por ejemplo, un número equitativo de agricultores o de comerciantes. Sin olvidar las diferentes sensibilidades sociales. Así, cada partido quizás debería integrar en sus listas un porcentaje de cazadores y no cazadores, de fumadores y no fumadores, de alpinistas y submarinistas, de madridistas y barcelonistas.

Con su apariencia reformista, el esquema de Bono es intrínsecamente conservador. Es una reforma profundizando en el statu quo. Lo mismo da que la representación femenina aumente, si ellos y ellas, los españoles y las españolas, los castellanomanchegos y las castellanomanchegas, no van a hacer otra cosa que atender al dedo de su portavoz. Puro maquillaje. Estricto márketing. Conquista social vacua. Abran espacio a las listas abiertas, de forma que los ciudadanos y ciudadanas puedan votar a quienes consideren más preparados, y no sigan por la línea de una democracia impositiva desde las estructuras cerradas y caciquiles de los partidos políticos, bajo el esquema de listas cerradas. Democracia paritaria, sinónimo de impulso a la mediocridad de los representantes de ambos sexos.

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