La encuesta del gobierno vasco es del gobierno vasco. Parece una contestación al Euzkobarómetro aunque incide en su línea fundamental: ascenso del voto constitucionalista y descenso del nacionalista, pero en sí lanza, sin excepción, los mensajes más favorables al PNV: 1. El PNV mantiene y aumenta su expectativa de votos y escaños; 2. PP y PSOE mejoran ambos en número de votos y escaños; 3. Bajan tanto EA como sobre todo Eh; 4. Mejora posiciones, merced al descenso al 3 % del listón de la representación, Izquierda Unida.
Las conclusiones del mensaje parecen claras: sólo el PNV es capaz de frenar la marea constitucionalista con lo que los nacionalistas –de manera especial los batasunos- han de concentrar el voto en la formación de Arzalluz, mientras IU actúa de quintacolumnismo contra los constitucionalistas. De paso se lanza un mensaje de responsabilidad a Otegi: deberá volver al Parlamento si no quieren ver a Mayor Oreja en Ajuria Enea.
La encuesta es tan abrumadora en sus sugerencias que parece trucada más allá del porcentaje de desviación que introduce el miedo y que hace inservibles las encuestas vascas. Cualquiera puede entender que en la situación existente en el País Vasco es un gesto de prudencia –a nadie se le exige el martirio- no responder al encuestador si se va a votar al PP o al PSOE. De hecho, dentro del desastre general de las encuestas españolas, las del gobierno vasco fueron especialmente erróneas en sus experiencias anteriores. De manera muy clara en las últimas elecciones generales donde auguraban “barrida” del PNV y hubo empate a escaños con el PP. Si se contempla una desviación del 20 por 100 a favor del voto constitucionalista seguro que nos acercamos más a la realidad. Es probable que estemos ahora ante un empate técnico. El reto para el PP es ser el partido más votado para que el PSOE no sienta su pertinaz tentación de sucumbir a los cantos de sirena del nacionalismo.
Además la suma de votos de PP y PSOE ha de llegar a la mayoría absoluta, porque votar IU es votar Arzalluz. Esas dos hipótesis, casi necesidades, para ir hacia una alternativa constitucionalista son las que se dedica a boicotear la encuesta oficialista, situando de paso a Javier Madrazo en el papel que le corresponde: en el de mamporrero del nacionalismo. Sin embargo, la encuesta, junto con el Euzkobarómetro, indica una cuestión importante: la barrera entre el voto nacionalista y el constitucionalista ha perdido el carácter tribal y religioso. Si PP y PSOE suben es porque el primero roba votos al PNV y los socialistas a IU, mientras si el PNV se mantiene o sube es porque roba votos de Eh.
La cuestión es que si desciende la coacción en los burgos podridos del nacionalismo, si es posible una campaña electoral con un mínimo de garantías, un porcentaje superior de votantes del PNV puede pasar al PP, incluso de votantes socialistas que ejerzan un voto útil a favor de Mayor Oreja, para que sea el más votado. También es interesante conocer los pormenores territoriales: la confluencia electoral de PP y Unidad Alavesa incrementará aún más la marginación del nacionalismo en Álava, lo que deja la construcción nacional en una quimera, en agua de borrajas.
Por último, a la vista de las declaraciones de Juan María Atutxa, queda la duda de si el PNV mantendrá como candidato a Ibarretxe o apostara, como coartada, por el actual presidente del Parlamento vasco, al menos dándole mayor protagonismo tras su pertinaz ostracismo.
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