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Enrique de Diego

Los talibanes de la antiglobalización

En una cosa coinciden Osama ben Laden, los antiglobalización y la extendida caterva de frustrados intelectuales postmarxistas: el odio a Estados Unidos. Aunque el antiamericanismo es una enfermedad intelectual conocida, y al parecer irreversible, era difícil percibir su extensión a través de lo políticamente correcto.
El odio a Estados Unidos es la forma más simple y edulcorada de odio al capitalismo, esa sencilla y compleja forma de organización que parte del individuo autónomo como detentador de derechos personales, anteriores al Estado y a cualquier colectividad. Esa combinación de libertad política y económica, de democracia y economía de mercado, que ha servido para erradicar el hambre, la esclavitud, las plagas y enfermedades infecciosas de partes enteras del planeta, asolada por esos males hace apenas tres siglos.

Los kamikazes de Ben Laden —esa forma extrema de primitivismo totalitario— han atacado los símbolos del capitalismo norteamericano, tan odiados por la progresía occidental, especialmente francesa y española. Desde luego, se diferencian en los medios, pero coinciden en los fines.

La opinión pública es objeto estos días de un intenso acoso de la inteligencia media para que tema no la repetición de los ataques sino las represalias de Estados Unidos. En esto coinciden medios próximos al PSOE y medios próximos al PP. Resulta extraño ver la exhibición de tanta pusilanimidad y el discurso coincidente con los talibanes: peor es el remedio que la enfermedad. O esa especie tan curiosa de que los Estados Unidos se lo tenían de alguna forma merecido por lo extendido que está el odio contra ellos. Bien parece que si los aviones hubieran impactado en las torres Kio nos hubiéramos rendido y hubiéramos salido pidiendo perdón por haber causado tanto sufrimiento en los parias de la tierra.

Los parias, por cierto, no son las víctimas de los Estados Unidos y la democracias occidentales (Ben Laden es multimillonario con un ejército de esclavos a su servicio), sino de gobierno tiránicos, de mullás y ayatolás que dejan como un hermanito de la caridad a Torquemada y de sistemas feudales de propiedad. Bien está prevenirnos contra la xenofobia, pero no está de más exigir reciprocidad. Se acaba de atentar contra una iglesia en Ceuta. En los países islámicos no se permite la construcción de iglesias cristianas. Desde hace años se perpetra un genocidio religioso contra el cristiano Sur de Sudán, como se hizo contra Timor Oriental. Lo mismo sucede en Nigeria. La esclavitud, la xenofobia y la intolerancia se practican en grados superlativos en casi todo el Islam (la excepción puede ser Egipto) sin que sobre esto se diga nada.

Hay mucho taliban con el turbante de progre.

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